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La Diócesis de San Rafael, una mirada hacia el Pasado Cultural

 

Por: Lic. Sergio D'Onofrio

 


Introducción

 

Al abordar la historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael, no podemos evitar entrelazarla con los principales acontecimientos de la realidad política, social y cultural de todo Cuyo, pues resulta imprescindible sumergirnos en los albores mismos de la formación de la ciudad, la llegada de los inmigrantes y la acción de los pioneros italianos, franceses, eslavos, españoles y de otras nacionalidades que se asentaron en nuestro territorio, dando origen a las primeras “colonias” del sur mendocino.

Si bien todos estos temas se abordan a profundidad dentro de los diferentes volúmenes de la colección que actualmente estoy escribiendo llamada “Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael” en esta pequeña conferencia haremos un pequeño recorrido con el fin de pintar el panorama religioso y cultural que se encuentra en la extensa obra.

Es tiempo pues de sumergirnos en la peculiar historia de nuestra Diócesis, donde encontraremos, a pesar de su corta existencia, la presencia de grandes personalidades y filas de Siervos de Cristo.

Abordar la historia eclesiástica de la Diócesis de San Rafael requiere algo más que la recopilación de datos religiosos. Se trata de sumergirse en el alma misma de una región, descubrir los hilos invisibles que entrelazan la vida espiritual con la vida cotidiana de los pueblos y reconocer que lo «profano» y lo «religioso» son categorías que, lejos de oponerse, se nutren mutuamente en la experiencia histórica concreta.

La presente obra nace con el propósito de iluminar ese entretejido, rescatando la voz de una diócesis joven en años, pero profunda en huellas. Desde su creación en 1961 hasta hoy, la Diócesis de San Rafael ha sido testigo de procesos culturales, sociales y políticos donde la presencia de la Iglesia -a través de sus obispos, religiosos, religiosas y laicos- ha sido decisiva. Lejos de limitarse a la liturgia o al sacramento, la Iglesia se ha hecho presente en las escuelas, los hospitales, los periódicos, los centros culturales, las luchas sociales y la promoción humana. Ha sido –y sigue siendo– el fermento de la transformación.


Es en este marco que una visión revisionista se hace imperativa, no en un sentido ideológico, sino en términos de fidelidad a la verdad y a la fe. Un revisionismo eclesiástico que, lejos de reducir la historia de la Iglesia a una crónica institucional o a un relato apologético, asuma con madurez crítica la misión de dar testimonio de su verdadero papel —con luces y sombras— en la historia nacional y regional.

 

Desarrollo

 

 Al momento de referirnos a la historia de la Diócesis de San Rafael, se hace indispensable, en primera instancia realizarnos el presente cuestionamiento¿Qué beneficios aporta a la sociedad adentrarse en la historia de una diócesis? ¿Existe una conexión directa entre la historia religiosa y la historia profana? ¿Qué características hacen singular a la Diócesis de San Rafael dentro del contexto eclesiástico argentino?

Los presentes cuestionamientos nos permitirán mantener el hilo conductor a lo largo de la presente monografía, como así el sentido y los objetivos de la colección “Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael”. A través de ellas, se busca comprender el papel de la Iglesia en la configuración espiritual, cultural y social del sur mendocino, rescatando su legado, tensiones, protagonistas y procesos.

No obstante, al abordar la historia de la Diócesis de San Rafael, surge, en primer lugar, un interrogante fundamental: ¿Es necesaria la existencia de un revisionismo eclesiástico?

La corriente del revisionismo, en el ámbito historiográfico, nos permite justamente familiarizarnos con el ejercicio de reinterpretar, evaluar, criticar, analizar la veracidad de los de hechos del pasado a la luz de nuevas fuentes, que nos brindan la mira objetiva de la realidad. De esto ya tenemos sobrados y eximios maestros que marcaron el camino del revisionismo dentro de la historia argentina, ya son varias generaciones de historiadores que nos han iluminado nuestro entendimiento desde la verdad histórica.

Desde la Primera Generación con los hermanos Irazusta, Carlos Ibarbugren, Félix Luna, Calderón Bouchet, Vicente Sierra, etc., desde allí continuamos con el Magisterio del Doctor Enrique Diaz Araujo, Antonio Caponetto, Sergio Castaño, para desembocar en sus discípulos Andrea Greco, Sebastián Sánchez, Sebastián Miranda, José Luis Tello, generación esta de la cual descendemos nosotros en la actualidad.

Tal como hemos mencionado anteriormente, el revisionismo ha realizado contribuciones eminentes a la historia argentina. En el caso específico de la historia eclesiástica, este escenario no se limita a desentrañar cronologías o biografías de obispos y sacerdotes, sino comprender en profundidad el papel de la Iglesia en los procesos sociales, culturales y políticos que atravesaron una región determinada. No obstante, son pocos aquellos historiadores que se han dedicado a indagar, “revisar” la acción y el papel de la Iglesia dentro de la historia. A fin de mencionar a quienes pueden ser tomados como los principales dentro de una generación podríamos mencionar al Padre Alfredo Sáenz, Cayetano Bruno, Guillermo Furlong.

Ahora bien, en general los autores del revisionismo generalmente se han centrado en las temáticas de la historia argentina, dejando el ámbito religioso relegado a puntos específicos. Es aquí donde ganan terreno autores que analizan la historia desde una perspectiva más oficialista, o desde posicionamientos ideológicos contrarios a la iglesia tales como Roberto DI Stefano, José Zanca, Mónica Mangione, Malinachi, etc. ahora bien dichos autores, al igual que aquellos pocos revisionistas, se abocan a estudios en escenarios específicos tales como la Teología de la Liberación, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, a excepción de DI Stéfano, quien se ha abocado a cubrir un terreno más amplio dentro del análisis eclesiástico, es por ello que el presente autor destaca de entre sus pares al momento de los temas abordados como por ejemplo:

  • ·         Historia de la Iglesia Argentina. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX. Escrito junto a Loris Zanatta
  • ·         De la Teología a la Historia: Un siglo de lecturas retrospectivas del catolicismo argentino
  • ·         ¿De qué hablamos cuando decimos “Iglesia”? Reflexiones Sobre el uso Historiográfico de un Término Polisémico  
  • ·         El púlpito y la plaza o De la teología a la historia

Autores como Di Stefano cuestionan abiertamente el rol de la Iglesia Católica en la historia nacional, en nombre de una pretendida "neutralidad científica". Esta corriente, encabezada por el mencionado autor, ha promovido una lectura del catolicismo como institución de poder, subordinada a intereses sociales y políticos, y desvinculada de su naturaleza espiritual y sacramental.

Frente a esta tendencia, se hace imperiosa la necesidad de un revisionismo eclesiástico auténtico, riguroso y comprometido con la fe, que recupere la voz silenciada de la Iglesia como sujeto vivo de cultura, caridad, resistencia y esperanza, y que cuestione argumentativa y académicamente a quienes, desde el discurso académico, buscan desacreditar su herencia.

Roberto Di Stefano, autor representa una línea historiográfica que no oculta su intención de despojar a la Iglesia de toda autoridad simbólica, en nombre de una "racionalidad crítica" que, en la práctica, se convierte en una militancia laicista encubierta. Su objetivo declarado es romper con la historiografía confesional y sustituirla por una mirada externa, supuestamente "objetiva", que reduce la fe a un fenómeno ideológico, cultural o de control social.

En su obra Iglesia y catolicismo en la Argentina: medio siglo de historiografía, declara abiertamente que la producción historiográfica católica fue predominantemente “apologética” y estuvo orientada a “reivindicar la ‘deuda’ de la nación hacia la Iglesia y su derecho a ser oída en la vida pública”. Así, se niega a reconocer cualquier valor científico o formativo a la tradición historiográfica que, desde el interior de la Iglesia, intentó dar testimonio documentado de su papel en la historia nacional.

Los historiadores habían sido fieles en ese punto a una antigua tradición, orientada a reivindicar para el clero un lugar en el panteón de los héroes nacionales. Esa perspectiva, tributaria de una «operación historiográfica» orientada a la confesionalización de la revolución de independencia que tuvo lugar entre el momento del Centenario en 1910 y la Segunda Guerra Mundial, dio cuerpo a una «historia oficial» de la Iglesia vigente hasta la actualidad 13. La exaltación apologética del clero patriota (medio para reivindicar la «deuda» de la nación hacia la Iglesia y su derecho a ser oída en la vida pública) ocupó a muchos historiadores católicos y sigue siendo un lugar común de la historiografía de la Iglesia elaborada en sede confesional.”[1]

Más aún, al referirse a las propuestas católicas que vinculaban la fe con la construcción nacional, Di Stefano se refiere a ellas como parte de un espíritu homogeneizante consustancial al nacionalismo”[2], que pretendía “sobrevolar las diferencias políticas” y hacer de la religión un elemento mítico de la nacionalidad argentina. Esta afirmación, además de descontextualizar el proceso histórico, desconoce que fue precisamente la Iglesia —en particular desde la organización parroquial y las misiones— una de las instituciones que integró, sostuvo y educó al pueblo argentino en épocas en que el Estado era aún débil o ausente.

Di Stefano, al proponer un paso “de la teología a la historia” como sinónimo de “superación de la apologética”, excluye a la teología no solo como disciplina válida, sino también como categoría histórica. En este marco, la fe no es vista como motor de la acción eclesial, sino como cobertura ideológica de intereses materiales. Esta postura es reveladora de una concepción que niega el carácter propio del cristianismo como religión encarnada en la historia, capaz de dar sentido, resistir y transformar.

Desde el revisionismo eclesiástico, es necesario rechazar estas simplificaciones y contraponerles una historiografía integral, que parta de la fidelidad a la verdad de los hechos, pero también de una hermenéutica inspirada por el sentido eclesial. La historia de la Iglesia no puede escribirse al margen de su naturaleza sobrenatural ni puede juzgarse exclusivamente con parámetros sociopolíticos. Como afirma el papa Benedicto XVI, “la historia de la Iglesia no nace de una estructura de poder, sino de una historia de fe y testimonio”.

Así, el revisionismo eclesiástico no pretende negar las sombras del pasado, sino evitar que estas se conviertan en argumento para borrar su legado civilizador, educativo, cultural y espiritual. El desafío es doble: defender a la Iglesia de sus enemigos externos —como Di Stefano—, y purificar su memoria desde dentro, con honestidad, sin caer ni en el silencio ni en la tergiversación.

“En general, las producciones anteriores se hallaban orientadas a confirmar las verdades de la fe; los nuevos enfoques, por el contrario, abandonan intencionalidades apologéticas y se interesan por el clero como actor social, inscripto en estructuras, redes, tensiones y relaciones de poder”.[3]

Este planteo, sin embargo, esconde un prejuicio epistemológico: la convicción de que la teología, la espiritualidad y el testimonio creyente no son categorías válidas para comprender el pasado. En otras palabras, Di Stefano no estudia la Iglesia, sino que la desacraliza sistemáticamente, desautorizando su palabra, relativizando su acción y caricaturizando su historia.

Esta postura evidenciada por el autor, resulta por demás injusta, e intelectualmente limitada, ya que omite la lógica interna del fenómeno religioso. La historia de la Iglesia no se reduce a disputas de poder: es también —y sobre todo— la historia de una presencia sacramental en el tiempo, animada por una misión trascendente que no puede ser comprendida desde categorías puramente sociológicas.

A fin de evitar el planteamiento subjetivo, es imperioso evidenciar que el revisionismo eclesiástico no busca restaurar una historiografía apologética, ingenuamente celebratoria, como la que predominó en las primeras décadas del siglo XX. Por el contrario, asume el desafío de mirar el pasado con espíritu crítico, pero desde una hermenéutica de la fe y de la esperanza, que reconoce en la historia de la Iglesia tanto sus fragilidades humanas como la acción providente de Dios.

Una de las tareas urgentes del revisionismo eclesiástico es la de responder con fundamento histórico y rigor académico a los discursos que, desde el campo intelectual, intentan deslegitimar la presencia histórica de la Iglesia Católica en la configuración social y cultural de la Argentina.

Autores como Cayetano Bruno, Néstor Auza o Zuretti, muchas veces menospreciados por Di Stefano, realizaron trabajos de gran valor documental, cronológico y narrativo. Descalificarlos por su orientación católica es incurrir en un dogmatismo secular inverso, donde todo lo que nace dentro de la Iglesia es automáticamente sospechoso. Esta lógica de exclusión ideológica contradice el pluralismo académico, y fortalece los prejuicios anticatólicos que circulan en ciertos sectores del campo historiográfico.

Estudios como el clásico de Néstor Auza o los de Cayetano Bruno, por nombrar dos célebres autores, habían enfatizado las diferencias entre católicos y liberales, como si se tratara de dos identidades tan incompatibles como el agua y el aceite”[4]

Di Stefano omite el contexto ideológico e historiográfico en que trabajaron Auza y Cayetano Bruno. No señala sus fuentes, su aporte documental o su sistematicidad, sino que los reduce a su supuesta ideologización católica. No considera sus obras desde sus propias reglas metodológicas, sino que las invalida como si fueran productos doctrinarios y no históricos.

Frente a la imagen que presenta Di Stefano —en la que la Iglesia aparece asociada al autoritarismo, a la represión cultural—, el revisionismo católico defiende con datos, fuentes y argumentos el rol evangelizador, educativo y pastoral de la Iglesia en todos los rincones del país, especialmente en zonas postergadas, donde fue muchas veces la única presencia institucional estable.

La historia de la Diócesis de San Rafael, por ejemplo, no puede abordarse desde los lentes deformantes de la sociología crítica, sino desde una escucha atenta a las voces de sus misioneros, religiosos, sacerdotes, laicos y pioneros dentro del ámbito cultural y social que han marcado el camino de la evangelización, promoción humana y organización social y cultural. Narrar su historia es, también, defender la dignidad de una tradición viva que sigue fecundando la cultura local.

¿Existe entonces una conexión directa entre la historia religiosa y la historia profana?

La división entre historia religiosa e historia profana ha sido, en gran medida, una construcción historiográfica moderna, influida por procesos de secularización, especialización disciplinaria y polarizaciones ideológicas. Sin embargo, resulta evidente que ambas dimensiones de la experiencia histórica se encuentran profundamente entrelazadas, al punto de que una no puede comprenderse cabalmente sin la otra.

La historia religiosa —en particular la historia de la Iglesia— no se circunscribe a lo estrictamente doctrinal, litúrgico o institucional, sino que se despliega en constante interacción con los hechos políticos, sociales, económicos y culturales de su tiempo. En este sentido, hablar de historia eclesiástica implica hablar también de la vida cotidiana de los pueblos, de sus procesos educativos, de su concepción del bien común, de sus expresiones artísticas, de sus tensiones y de sus esperanzas.

Numerosos historiadores contemporáneos, como Michel Vovelle o Dominique Julia, han insistido en que lo religioso no puede ser tratado como una “esfera separada”, sino como un hilo transversal que atraviesa y moldea las mentalidades colectivas, las identidades regionales y los imaginarios sociales. En el caso de América Latina —y particularmente en regiones como el sur de Mendoza— la Iglesia ha sido, a lo largo del tiempo, agente activo en la formación del territorio, acompañando procesos migratorios, fundando instituciones educativas y hospitalarias, y ofreciendo marcos simbólicos que han estructurado la vida comunitaria.

La Diócesis de San Rafael, creada en el siglo XX por la Bula Ecclesia Christi de Juan XXIII en 1961, pero heredera de una tradición cristiana mucho más antigua, constituye un ejemplo elocuente de esa interrelación entre lo sacro y lo civil. Sus obispos, párrocos, religiosas, misioneros y laicos han participado —explícita o implícitamente— en las transformaciones del tejido social local: desde la promoción de la educación rural hasta el acompañamiento espiritual en contextos de crisis sociopolítica.

Baste mencionar la magistral labor evangelizadora del querido Gaucho Ucraniano, el padre Basilio Wynnyczuk en la localidad de Bowen y General Alvear, llevando adelante la fundación del Colegio P-80 San Cayetano, su accionar colaborativo con las Hermanas Basilianas, la Guardería N° 13, el asilo de ancianos, El Hogar de Niños, la defensa de la cultura ucraniana y su simbiosis con la cultura argentina, y ni hablar respecto de la tramitación de las cartas de ciudadanía a más de 260 inmigrantes para permanecer en nuestro país, escapando de los flagelos de la Segunda Guerra Mundial y el Comunismo Soviético, sin importar su religión ni procedencia.[5]

Todo esto motiva el enorme reconocimiento hacia el padre Basilio por parte de Pastores protestantes como el Pastor Arrejin, el nombramiento por parte del Rotary Club de Bowen como Rotario Honorario, y el Honorable Consejo Deliberante de General Alvear nombrándolo Ciudadano Ilustre en el año 1992

 

“Honorable Concejo Deliberante

General Alvear

 

ORDENANZA  1711

 

El expte: “HCD” 1235_92 Por el que se estipula el creciente deseo de recuperar los valores éticos y morales de todos los segmentos de nuestra sociedad.

CONSIDERANDO que una de las maneras de lograr esos objetivos en resaltar las virtudes de los ciudadanos que a través del tiempo han demostrado con su accionar, que su conducta puede servir de ejemplo para las generaciones presentes y futuras.

Que estos tipos de homenajes deben hacerse en vida de quienes se hacen acreedores a ellos.   

Que el reverendo Monseñor Doctor Basilio Wynnyzuck es un ejemplo viviente de virtudes que se ven materializadas a través de numerosas obras y servicios que deja a su pueblo adoptivo.

Que nació el 11 de junio de 1913 en Pidhajczyky, Provincia de Estanialaopolis, Ucrania. Sus estudios primarios los cursó en su pueblo natal, los secundarios en la ciudad de Kolomea, con los idiomas latí, alemán, polaco, ucraniano y griego. En el año 1933 ingresó en el Seminario de Estanialaopolis; en 1938 es ordenado Diácono, y el 2 de abril de 1939 en el Pontificio Colegio Ucranio es ordenado Sacerdote, celebrando su primera misa el 3 de abril del mismo año en la tumba de San Pedro. En 1944 se doctoró en teología, recibiendo por sus brillantes calificaciones el “Magna Cum Laude” Estudió ciencias orientales y en 1945 obtiene el título de Bachillerato Universitario y Derecho Canónico. En su larga carrera de estudios obtiene cinco bachilleratos, tres licenciaturas, y un doctorado.

Que llega a la Argentina el 19 de marzo de 1949. El entonces obispo Monseñor Buteler le encomienda la organización de la iglesia ucraniana católica para atender los fieles del rito oriental, católico ucranio. Quedan a partir de 1951 como el Primer Cura Párroco de la Parroquia San Cayetano, atendiendo simultáneamente ambas feligresías. Fue Capellán de la Policía de Mendoza desde el 01 de agosto de 1971. En 1975 es elevado por su Santidad Pablo VI a la dignidad de Monseñor, como premio a su meritoria labor misionera en la República Argentina.

Que es el transcurso de su vida sacerdotal fue visionario de una realidad, el pueblo de Bowen necesitaba educar a sus niños en la profundidad del conocimiento de la palabra de Dios. Por ello en 1950 solicita la venida de las Hermanas Basilianas del Perpetuo Socorro de Berisso y en 1962 concedido el permiso, organiza la creación de una Escuela Primaria Parroquial, dependiente del Ministerio de Educación de la Provincia. Sus esfuerzos, su abnegado trabajo, sus innumerables viajes a Buenos Aires, Mendoza y otros lugares buscando apoyo espiritual y material sus visitas a los lugareños siempre irradiando alegría contagiante montado en su legendaria bicicleta. Tesonera labor que realizó con colaboración de las hermanas basilianas y que hoy tienen sus frutos a la vista. Actualmente Bowen cuenta con la Parroquia de San Cayetano, Colegio San Cayetano, 80-P, Un colegio de Hermanas, Hogar de niñas, Guarderías, Hogar de ancianos e iniciada la obra y en estado de avanzado de construcción la Iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

 Que hoy, habiendo transcurrido 43 años de residencia en su Patria adoptiva y a la luz de la obra espiritual y material realizada, reflejadas en todas y cada una de las innumerables construcciones, que hoy y para siempre benefician a toda la comunidad sin distinción de razas, ni credos, ni aún aquellos que permanecían indiferentes a su perseverante labor, es necesario realizar un reconocimiento público por el invalorable trabajo realizado.

POR ELLO El Honorable Concejo de Gral. Alvear (Mza) en uso de sus atribuciones, sanciona la siguiente:

ARTICUILO 1°) Declárese Ciudadano Ilustre a Monseñor Doctor Basilio Wynnyzuck.

ARTICULO 2°) Comuníquese, Publíquese y dese al D.M   

DADA EN LA SALA DEL HONORABLE CONSEJO DELIBERANTE DE GENERAL ALVEAR (Mza) A LOS VEINTIOCHO DIAS DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y DOS------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

FIRMA:          

 

RICARDO E. OIORCANO     DR BASILIO WYNNYZUCK

SECRETARIO HON. CON. DELIBERANTE                                                        PARROQUIA UCRANIA

 

JORGE SCHMIT

PRESIDENTE DEL HONORABLE CONCEJO DELIBERANTE” [6]

 

Si hablamos del pasado cultural, la Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael no puede prescindir de las iglesias más antiguas de la ciudad, desde su fundación original, su posterior traslado al emplazamiento actual y, a partir de allí, el florecimiento de la vida religiosa. Este crecimiento se vio especialmente impulsado por la labor del cuarto obispo diocesano, Mons. León Kruk, quien fundó el Seminario Diocesano "Santa María Madre de Dios" y, junto con el entonces padre Carlos Buela, promovió la creación del Instituto del Verbo Encarnado (IVE).

Antes de proseguir, es necesario aclarar que la historia de esta diócesis aún se encuentra en proceso de investigación y redacción. En consecuencia, el presente escrito debe considerarse parcial e incompleto, hasta tanto se alcancen los volúmenes proyectados. Asimismo, permanece abierta la posibilidad —natural en toda labor historiográfica— de que nuevas investigaciones, revisiones enriquezcan y amplíen el estudio de la historia eclesiástica local.

Continuamos con la importancia cultural que esboza a nuestra diócesis en conjunto con la historia regional. Es imperioso en principio recalcar cual es la génesis de nuestra Diócesis de San Rafael, puesto que, como tal dependía directamente de la Diócesis de San Juan de Cuyo

Diócesis de San Juan de Cuyo en tiempos de quien fuera la primera vocación menor de San Rafael Victorino Ortego, era de un total de 61.817 km2, a esta extensísima cantidad de territorio, se le suma la enorme falta de sacerdotes para atenderla.

La Diócesis de San Juan de Cuyo estaba bajo el gobierno de Monseñor José Angélico Orzali, un obispo reconocido por su profundo amor a la Sangrada Eucaristía y a la tradición de la Iglesia, manifestado esto en su celo pastoral. Su mayor preocupación fue la formación de los niños, catequizando desde el ambón hasta en las escuelas, Monseñor Orzali fue un incansable misionero que con paternal cariño se supo ganar miles de almas para Dios. Fundador de la congregación de Nuestras Hermanas del Rosario de Buenos Aires, con la finalidad de ocuparse de la educación de los niños, atender a los enfermos y cuidar a los huérfanos.

Hasta el año 1934, la jurisdicción de la Diócesis de San Juan de Cuyo abarcaba un extenso territorio que comprendía no solo la provincia de San Juan, sino también Mendoza, San Luis y el actual Neuquén. No obstante, los continuos ajustes pastorales y administrativos impulsados desde Roma propiciaron una profunda reestructuración del mapa eclesiástico argentino.

Fue así como, mediante la bula Nobilis Argentinae Nationis, promulgada por el Papa Pío XI el 20 de abril de 1934, se erigió la Diócesis de Mendoza, siendo designado como su primer obispo el Siervo de Dios Mons. José Américo Orzali Verdaguer. Esta nueva diócesis se conformó por desmembramiento de la Diócesis de San Juan, manteniendo inicialmente su jurisdicción hasta los límites del entonces Territorio Nacional del Neuquén. En esa misma bula se estableció también la Diócesis de San Luis, separándola de la jurisdicción sanjuanina.

Posteriormente, la Diócesis de San Rafael fue creada por la bula Ecclesia Christi del Papa San Juan XXIII, con fecha 10 de abril de 1961, como una escisión de la Arquidiócesis de Mendoza. Su primer obispo fue Mons. Raúl Francisco Primatesta, quien tomó posesión de la sede episcopal el 25 de junio de 1961.

Ese mismo año, también por iniciativa del Papa Juan XXIII, se erigieron otras dos diócesis: la Diócesis de Neuquén, mediante la bula Centenarius Annus del 10 de abril de 1961, y, de forma definitiva, la Diócesis de San Luis como jurisdicción autónoma y consolidada.

Este recorrido nos ofrece una visión general que permite advertir la estrecha conexión entre la historia regional y la historia eclesiástica. Podemos observar cómo el pasado cultural se entrelaza de manera directa con el pasado religioso, ya que ambos comparten el mismo territorio y contexto.

Así, nos trasladamos a los albores de la primera iglesia de San Rafael, que tuvo sus comienzos dentro del fuerte homónimo: la parroquia Nuestra Señora del Carmen.

La parroquia Nuestra Señora del Carmen en la Villa 25 de Mayo posee el honor de ser reconocida como monumento histórico por medio de la Ley 5424/89. Si bien ya en otro tomo de la colección abordaremos un poco más en profundidad la historia de esta bella parroquia, dejaremos una pequeña reseña de la misma a continuación.   

La historia de la fundación de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen se remonta a los inicios propios de la historia de San Rafael, pues será el primer sacerdote de la región Fray Francisco Inalicán quien será destinado a estas tierras por orden del Virrey Sobremonte, esta decisión fue tomada en base a la solicitud de la cacique Josefa Roco, la misma mujer aborigen que pidió la construcción de lo que hoy se conoce como el Fuerte de San Rafael o también las ruinas del Fuerte del Diamante. La imagen de Nuestra Señora del Carmen que se observa en el altar es la imagen histórica que fue traída por el sacerdote chileno desde Mendoza capital.

“Desde Mendoza, Fray Inalicán trajo la imagen de la Virgen del Carmen, la cual hizo colocar en la capilla que se construyó en el interior del mismo Fuerte de San Rafael. Así comenzó la evangelización en esta región.

Fray Francisco Inalicán contribuyó no solo a la difusión de la fe católica sino también a crear vínculos con las tribus vecinas para ayudarse con el intercambio de animales y de productos agrícolas. Muy importante fue también su colaboración con el General San Martín, quien lo convocó, en 1816, al Fuerte de San Carlos, para ser intérprete suyo en el parlamento con los caciques de la región con el fin de apoyar su Campaña del cruce de los Andes. Este buen sacerdote muere el 20 de diciembre de 1823.”[7]

La importancia de este sacerdote es de enormes proporciones, no sólo para la historia de San Rafael sino también para la campaña sanmartiniana, este suceso es tratado por varios autores respecto de la “guerra de zapa” realizada por el Gral. San Martin, brindando información falsa a los indígenas a fin de confundir al enemigo.

Volviendo con la historia de la parroquia, al parecer existió un edificio más antiguo que la parroquia que conocemos actualmente, pues como se narra en la crónica de su historia, en 1840 por orden del comandante del fuerte una iglesia fuera de las paredes del mismo y cinco años después se coloca los cimientos de la actual iglesia que conocemos. 

“En 1840, el Comandante Rodríguez hace construir una iglesia fuera del Fuerte, hacia el oeste. Según los datos del primer censo realizado en 1847, se indica la existencia de una Iglesia de veinte varas de largo (16 metros) y seis de ancho (5 metros) y seis de alto. El mismo censo señalaba que en dicha Iglesia se encuentra la imagen de la Virgen del Carmen.

Más tarde, en 1865, ese edificio construido de modo precario no se pudo utilizar más y se adaptaron casas particulares ubicadas ya en el nuevo trazado del pueblo para instalar la iglesia. Urgió entonces la necesidad de un nuevo templo parroquial. Finalmente, en 1876, el cuarto obispo diocesano de Cuyo D. Fray José Wenceslao Achaval colocó la Piedra Fundamental del nuevo edificio parroquial a construirse frente a la plaza central de la Villa. La construcción llevó varios años. El señor Domingo Bombal donó la madera para la estructura del templo que aún hoy se pueden observar en las cabreadas del techo. Por su parte, las damas de la Colonia Francesa aportaron también una importante donación de dinero. Se termina su construcción en 1890.”[8]

En este contexto, aparece la figura de su sucesor, el sacerdote italiano Manuel Marco. Motivado por la llegada masiva de inmigrantes, especialmente europeos, fue él quien emprendió un viaje hacia la provincia de Buenos Aires con la misión de buscarlos, animarlos y convencerlos de trasladarse hacia estas tierras, con el propósito de ponerlas en producción y contribuir a su desarrollo.

Fueron precisamente estos pioneros italianos quienes, con esfuerzo y dedicación, fundaron y construyeron el templo de San Ambrosio. Con el tiempo, este templo se convirtió en la iglesia cabecera de San Rafael, tras el traslado de la ciudad a su ubicación actual, entonces conocida como Colonia Francesa. Más adelante, con la creación de la Catedral San Rafael Arcángel —obra del “primer precursor” Mons. Ernesto De Miguel—, la parroquia mantuvo su identidad y continuó con el nombre de Parroquia Nuestra Señora de Lourdes.[10]

Cabe destacar que esta iglesia fue la primera en la Colonia Francesa, asentamiento que con el tiempo dio origen a la ciudad de San Rafael. Así, el legado religioso y cultural de estos primeros pobladores quedó profundamente arraigado en la historia local, sentando las bases para el crecimiento espiritual de la comunidad.

En el tomo V de la colección podemos leer como una vez frustrada la aventura del Cura Marco, Iselin convence a los italianos para instalarse en la Colonia Francesa, donde le venderá tierras a cambio de trabajo, naciendo así la Colonia Italiana en Colonia Francesa.

Las ubicaciones de las tierras vendidas a los italianos estaban ubicadas en lo que hoy es la calle Italia en San Rafael. la cual conduce hacia el actual Barrio Constitución. Al llegar a la intersección con la calle Comodoro Pi, se encuentra la antigua Bodega Tornagui, cuyo propietario fue uno de los representantes de los colonos italianos en la Colonia Francesa. Además, fue miembro de la comisión directiva encargada de impulsar la construcción del Templo San Ambrosio y de la Escuela 25 de mayo la misma funciona actualmente en el turno noche, ya en el turno diurno funciona como Escuela Valentín Bianchi, ubicada en la esquina de Hipólito Irigoyen y 9 de Julio.

Serán entonces estos italianos quienes debido a las largas caminatas al entonces ya Villa Vieja 25 de Mayo para participar de la misa y los sacramentos, darán manos a la obra para edificar su templo, hoy conocido como Parroquia de Lourdes.

Es precisamente en esta segunda parroquia más antigua del departamento donde se encuentra más vivo y fortalecido el legado religioso, cultural, político y social de San Rafael. Aquí nos adentramos especialmente en los orígenes de la consolidación del territorio y en la memoria de sus pioneros más destacados: Rodolfo Iselín, Domingo Bombal, Julio Gerónimo Ballofet, José Antonio Salas— Indispensable figura para la garantía de la seguridad en el territorio frente al peligro del malón— junto con los colonos españoles, eslavos e italianos, siendo estos últimos constructores y pilares del templo de San Ambrosio.

Es así entonces como los italianos se unieron para construir la iglesia. En cuanto a esto se encuentra el primer problema, la ubicación del templo parroquial. Es aquí donde aparece   Don Ambrosio Bonfanti, el mismo donó el terreno necesario para la construcción. La colectividad italiana participó activamente en el proyecto, con cada familia aportando lo que podía. Unos cortaban adobes, otros quemaban ladrillos, y las piedras para los cimientos fueron traídas desde un volcancito en Cuadro Nacional llamado "El Cerrito". Rodolfo Iselín, a pesar de ser protestante, también contribuyó al proyecto, prestando carros y animales para transportar los materiales

Con la vuelta desde Roma del “hijo pródigo” “el Pequeño Vencedor”, la Primera vocación Menor de San Rafael, el padre. Victorino Ortego, se comienza primero en Mendoza y después en San Rafael la acción periodística y fomento cultural de la prensa católica en todo el territorio diocesano, como así también la erección de cinco parroquias para la San Rafael y sus distritos

  •          Capilla San Pablo, en el barrio El Molino.
  •          Capilla Nuestra Señora de Pompeya, en Capitán Montoya.
  • ·         Capilla San Isidro Labrador, en La Llave Nueva.·         
  • Capilla Nuestra Señora de Fátima, en Goudge.[11]

No debemos olvidar la anterior labor del padre Ernesto De Miguel, constructor de la actual catedral San Rafael Arcángel, la Parroquia San Miguel y la Parroquia Nuesra Señora del Valle. Iglesias que se constituyen en indispensables para la primeras siembras  en el terreno áspero de San Rafael.

Músico, poeta cuyas obras nos exalta la belleza del paisaje mendocino, destacando los contrastes entre el verdor del Cadillar y la aridez circundante. Siendo la nostalgia un tema recurrente, evocando los recuerdos imborrables de la infancia y el arraigo a la tierra natal. También aparecen referencias a la tradición y la vida campesina, elementos que refuerzan la identidad cultural de su obra.

La obra de De Miguel titulada “De mi Cadillar “editada en el año 1992 por Ediciones La Paz se divide en 3 diferentes tomos, siendo estos

  • ·         Pastoreando en San Rafael
  • ·         Copiando Belleza
  • ·         Cadillos al viento

 

Poco a poco comenzamos a percibir, dentro de la configuración inicial de la Diócesis, los cambios y frutos nacidos de la siembra y preparación del terreno llevadas a cabo por “los Precursores” mediante la evangelización y el cuidado del pueblo fiel. Es importante señalar que la evangelización no es un acto meramente religioso, sino una tarea transformadora que impacta directamente en los ámbitos social y cultural.

En efecto, la evangelización apunta al desarrollo integral del ser humano, orientado al Hombre hacia su salvación. Mientras caminamos en esta vida, dentro del terreno de la “Iglesia militante”, resulta imperativo atender también las necesidades materiales del pueblo. No se puede predicar a estómagos vacíos. En la defensa del reinado social de Cristo, debemos comprometernos con ambas dimensiones inseparables del ser humano: su espíritu y su cuerpo.

En este sentido, resulta iluminadora la expresión del padre Basilio: “Primero humano, después cristiano y después católico”. Esta afirmación, correctamente comprendida a la luz del Evangelio, nos recuerda que el anuncio del mensaje salvífico presupone una atención previa a las necesidades básicas. Solo así puede iniciarse con eficacia el verdadero proceso de evangelización.

Pasarán después de Primatesta, dos Obispos, dos Administradores Apostólicos mas hasta la llegada del león de Misiones, desde Concepción de la Sierra emergerá el rugido del cuarto Obispo de San Rafael. Con la llegada de Monseñor León Kruk en 1973 se comienza con la renovación el florecimiento y fortalecimiento que San Rafael haya tenido jamás.

No fue un tiempo exento de dificultades. Muy por el contrario, fue una época de grandes pruebas, enfrentadas con paciencia, valentía, coraje y entrega. León Kruk supo formar, en medio de esas luchas, un verdadero ejército espiritual, decidido a llevar adelante la misión evangelizadora en los diversos frentes del campo de batalla cultural, pastoral y doctrinal.

Durante su gobierno pastoral, se gestaron y fortalecieron numerosas obras de gran importancia eclesial, entre las que cabe destacar:

  • ·         La fundación en 1984 de dos seminarios: el Seminario Santa María Madre de Dios y el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), cuyo carisma misionero y fidelidad doctrinal han sido una marca distintiva.
  • ·         La promoción, acompañamiento y protección de la Obra Corazón y Voluntad, fundada por los doctores Soler.
  • ·         El impulso de movimientos laicales, como la Legión de María.
  • ·         El fortalecimiento del Servicio Sacerdotal Nocturno de San Rafael, dedicado a la atención espiritual en situaciones de emergencia y enfermedad.
  • ·         La formación doctrinal y espiritual de los fieles mediante la Revista Comunidad, cuyo director fue el padre Victorino Ortego hasta 1992.

Así, bajo el pastoreo firme y paternal de Monseñor Kruk, la Diócesis de San Rafael vivió un tiempo de profunda consolidación e irradiación misionera, cuyas huellas siguen siendo visibles en la actualidad. Si esto no es historia eclesiástica enmarcada dentro de todos los ámbitos de la vida, entonces díganme que es.

Lejos de ser una narración paralela o marginal, la historia de la Iglesia está íntimamente entretejida con la historia de los pueblos, las culturas y las civilizaciones. Su influencia ha sido tan decisiva que toda auténtica lectura del pasado humano que ignore o minimice el papel de la Iglesia corre el riesgo de caer en una visión parcial, fragmentada o incluso ideológicamente distorsionada.

De allí que la historia eclesiástica no pueda concebirse como una mera recopilación de datos internos o acontecimientos espirituales sin conexión con los procesos “profanos”. Todo lo contrario: la vida de los santos, las decisiones conciliares, las misiones, las fundaciones religiosas, las persecuciones y los momentos de esplendor o de crisis tienen siempre resonancias concretas en la configuración social, política y cultural de cada época. ¿Cómo explicar, por ejemplo, la Cristiandad europea sin considerar el papel civilizatorio de los monasterios? ¿Cómo entender la historia de América sin el influjo evangelizador del clero misionero? ¿Qué sería de muchas naciones sin la impronta fundacional de sus patronazgos, advocaciones y catedrales?

Incluso en las disputas modernas entre “historia profana” e “historia religiosa”, late muchas veces una tensión artificial, fruto de un racionalismo secularizante que ha intentado dividir lo que, en la experiencia histórica concreta, siempre ha estado unido. Como decía el cardenal Pie: “La historia no se entiende sin Cristo, porque la historia es el juicio de Dios en marcha”.

Por ello, defender la historia eclesiástica es un acto de justicia con el legado de la Iglesia en el mundo, sino una necesidad metodológica para quienes desean comprender en profundidad los procesos históricos. El historiador que excluye lo religioso de su campo de visión se priva de una dimensión constitutiva de la realidad humana. Y más aún: quien se acerca con honestidad a la historia eclesiástica, descubre no solo la acción de los hombres, sino también —en muchos momentos— las huellas visibles de la Providencia.

Por tanto, concebir la historia religiosa como un compartimento estanco frente a la historia “profana” implica empobrecer la comprensión del pasado. Solo una mirada relacional, crítica y abierta permite advertir la reciprocidad de influencias entre las estructuras eclesiásticas y la vida social, entre la espiritualidad y la ciudadanía, entre la fe y la cultura.

Como afirma el historiador eclesiástico francés Étienne Fouilloux, “la historia de la Iglesia no puede aislarse del mundo: es una historia profundamente encarnada en los vaivenes del tiempo, con todo lo que ello comporta de grandeza y de fragilidad”[12].

Frente a los enemigos de la fe, el revisionismo eclesiástico es una necesidad urgente, no para negar la historia, sino para recuperarla desde la luz del Evangelio y devolverle a la Iglesia su lugar en la historia como madre y maestra de los pueblos.

Plantear un revisionismo eclesiástico para la Diócesis de San Rafael no significa cuestionar la autoridad doctrinal o espiritual de la Iglesia, sino más bien rescatar críticamente su trayectoria local, sus luces y sombras, sus aportes pastorales y su incidencia en la configuración de la identidad regional. En palabras del historiador italiano Giuseppe Alberigo, “la historia de la Iglesia no es solo la historia de los santos, sino también la historia de los hombres que, dentro de la Iglesia, buscan a Dios en medio de los conflictos del mundo”[13]

En este sentido, la revisión crítica no debe entenderse como una postura ideológica, sino más bien como una actitud madura y responsable frente al pasado. La memoria eclesial no se conserva intacta como un monumento, sino que se actualiza y se interpreta, especialmente cuando se trata de una diócesis tan reciente en su creación como rica en dinamismo pastoral, como lo es San Rafael.

Al mismo tiempo, el revisionismo permite dar voz a actores muchas veces olvidados: comunidades rurales, religiosos, laicos comprometidos, educadores y misioneros que han contribuido al crecimiento espiritual y humano del territorio.

¿En qué beneficia a la sociedad adentrarse en la historia de una diócesis?

La historia de una diócesis, como hemos podido evidenciar no es únicamente un registro de hechos religiosos o institucionales. Es, en muchos sentidos, una clave interpretativa de la historia de la sociedad misma. Comprender cómo una Iglesia local se fue desarrollando en el tiempo —en diálogo, tensión o alianza con las dinámicas culturales y sociales del territorio— permite a la comunidad reconstruir su pasado, descubrir el sentido de su presente.

Adentrarse en la historia de una diócesis como la de San Rafael implica recuperar las raíces de un pueblo: su espiritualidad, sus formas de organización social, su lenguaje simbólico, sus vínculos de solidaridad y sus conflictos. Lejos de ser un saber reservado a los especialistas o a los creyentes, la historia eclesiástica ofrece una ventana privilegiada hacia los procesos identitarios de la región. Como afirma el historiador francés Jean Delumeau, “no se puede comprender la evolución de Europa —ni de América Latina— sin tener en cuenta el rol estructurante de las instituciones religiosas”[14]

Desde esta perspectiva, el estudio de la historia diocesana no solamente enriquece el conocimiento del pasado, sino que también fortalece el tejido social, al ofrecer modelos de  testimonios de fe y servicio que atraviesan generaciones. La Iglesia ha sido, en muchos casos, un espacio de alfabetización, de asistencia, de contención y de cultura, especialmente en contextos de crisis o marginalidad.

En contextos actuales, marcados por la fragmentación, el individualismo y el olvido selectivo del pasado, resulta aún más necesario redescubrir el papel de la Iglesia como institución generadora de sentido comunitario. La historia diocesana puede entonces funcionar como un “archivo viviente” de prácticas, discursos y valores que siguen teniendo resonancia en la vida cotidiana de muchas personas, tanto creyentes como no creyentes.

Así, el beneficio de sumergirse en la historia de una diócesis trasciende lo confesional. Se trata de un ejercicio de madurez cultural y ciudadana, que promueve una visión más rica y plural del desarrollo de una sociedad concreta como la del sur mendocino.

 

Conclusión


La historia eclesiástica no es una rama menor de la historiografía. Es, en verdad, el corazón palpitante de muchas historias humanas. Es el registro de una fe encarnada que ha sabido construir cultura, resistir persecuciones, consolar en el dolor y educar en la verdad. Es la memoria viva de una Iglesia que no ha sido espectadora del mundo, sino su servidora más fiel, su madre silenciosa, su conciencia profética.

Frente a las corrientes que buscan despojar a la Iglesia de su dignidad histórica, reduciéndola a un fenómeno ideológico o de poder, el revisionismo eclesiástico debe alzarse como una necesidad urgente, no para negar las sombras, sino para rescatar la luz. Porque la historia de la Iglesia no puede comprenderse sin Cristo, y una historiografía que lo excluye está condenada al vacío.

La Diócesis de San Rafael, con su breve, pero fecunda existencia, es un caso ejemplar. En sus calles, en sus templos, en sus escuelas y campos de misión, resuenan todavía los ecos de los “Precursores”, del padre Basilio, de Mons. Victorino Ortego, Mons. Ernesto De Miguel, Madre Teresa Ostrowski. El gran Obispo León Kruk, de tantos laicos y religiosas anónimas que han sembrado a tiempo y a destiempo. Esta historia no es solo nuestra: es herencia, es promesa, es raíz profunda de una cultura que no puede comprenderse al margen del Evangelio.

Es por ello que me he dado a la tarea de escribir esta Historia Eclesiástica, que lejos de terminar, recién esta en construcción. Pues hoy más que nunca, cuando la tentación del olvido amenaza con borrar nuestras raíces, es necesario volver a mirar nuestra historia con ojos creyentes, con rigor académico, pero también con amor a la Iglesia. No para venerar el pasado, sino para aprender de él, para seguir construyendo —en San Rafael y en toda la Argentina— una civilización del amor, sostenida en la fe, la verdad y la memoria viva de los santos y de los humildes constructores del Reino de Dios.

 

Bibliografía

 

ALBERIGO G. (s.f.). Historia de la Iglesia como historia del pueblo de Dios. Ediciones. Cristiandad  España.

AUZA N. (s.f.). La Iglesia y el Estado en la Argentina. Ediciones Don Bosco. Argentina.

BENEDICTO XVI. (2011). Luz del mundo. Herder. España.

BRUNO C. (s.f.). Historia de la Iglesia en la Argentina. Ediciones Don Bosco. Argentina.

DELUMEAU J. (1989). El miedo en Occidente. Taurus. España.

DI STEFANO R. & ZANATTA L. (2000). Historia de la Iglesia Argentina. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX. Sudamericana. Argentina.

DI STEFANO R. (2008). De la teología a la historia: un siglo de lecturas retrospectivas del catolicismo argentino. Prometeo. Argentina.

DI STEFANO R. (s.f.). ¿De qué hablamos cuando decimos Iglesia? Reflexiones sobre el uso historiográfico de un término polisémico. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Nº 24. Argentina.

D´ONOFRIO S. (2024) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Tomo I. Monseñor Kruk. Apostol Un León en Cuyo. Ed. Cruz del Sur. Mendoza Argentina

D´ONOFRIO S. (2024) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Tomo II. Monseñor Victorino Ortego. Apostol de la Buena Prensa. Ed. Cruz del Sur. Mendoza Argentina

D´ONOFRIO S. (2025) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Tomo III. Monseñor Basilio Wynnyczuk. El Gaucho Ucraniano. Primera Parte. Ed. Cruz del Sur. Mendoza Argentina

D´ONOFRIO S. (2025) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Tomo IV. Monseñor Basilio Wynnyczuk. El Gaucho Ucraniano. Segunda Parte. Ed. Cruz del Sur. Mendoza Argentina

D´ONOFRIO S. (2025) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Tomo V. Nuestra Señora de Lourdes. Una Parroquia con Historia. Ed. Cruz del Sur. Mendoza Argentina.

FOUILLOUX E. (s.f.). La historia de la Iglesia, una historia del tiempo. Le Cerf. Francia.

LUNA F. (1993). Breve historia de los argentinos. Planeta. Argentina.

SIERRA V. (s.f.). Historia de la Argentina. Editorial TEA. Argentina.

SÁENZ A. (s.f.). La Iglesia y la cultura. Gladius. Argentina.

VOVELLE M. (1988). Piedad popular y secularización. Istmo. España.



[1]DI STEFANO R./ ZANCA J (2015) Iglesia y catolicismo en la Argentina. Medio siglo de historiografía. Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. Emilio Ravignani», Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Universidad de San Andrés, Buenos Aires pp 22-23

[2] DI STEFANO R./ ZANCA J (2015) p 33-34

[3]Di Stefano, R. (2016). De la teología a la historia. Un siglo de lecturas retrospectivas del catolicismo argentino, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, tercera serie, núm. 44. p. 6

[4]DI STEFANO R./ ZANCA J (2015) Iglesia y catolicismo en la Argentina. Medio siglo de historiografía. Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. Emilio Ravignani», Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Universidad de San Andrés, Buenos Aires p27

[5]Véase los volúmenes D´ONOFRIO S. (2025) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Volumen III. Monseñor Basilio Wynnyczuk. El gaucho ucraniano. Primera parte. Ed. Cruz del Sur. Mendoza Argentina y luego D'ONOFRIO S. (2025) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Volumen IV. Monseñor Basilio Wynnyczuk. El gaucho ucraniano. Segunda parte. Ed. Cruz del Sur. Mendoza, Argentina   

[6]D´ONOFRIO S. (2025) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Volumen III. Monseñor Basilio Wynnyczuk. El gaucho ucraniano. Primera parte. Ed. Cruz del Sur. Mendoza, Argentina

[7]La Iglesia Histórica. Historia de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, Villa 25 de Mayo.   Recuperado el miércoles 14 de febrero de 2024 de https://parroquiavilla25demayo.com.ar/la-iglesia-historica/ 

[8]La Iglesia Histórica. Historia de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, Villa 25 de Mayo.   Recuperado el miércoles 14 de febrero de 2024 de https://parroquiavilla25demayo.com.ar/la-iglesia-historica/  

[9]Imagen recuperada el miércoles 14 de febrero de 2024 de https://parroquiavilla25demayo.com.ar/la-iglesia-historica/ 

[10]Véase D´ONOFRIO S. (2025) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Tomo V. Nuestra Señora de Lourdes. Una parroquia con historia. Ed. Cruz del Sur. Mendoza, Argentina

[11]Véase D´ONOFRIO S. (2024) Historia Eclesiástica de la Diócesis de San Rafael. Volumen II. Monseñor Victorino Ortego. Apóstol de la Buena Prensa. Ed. Cruz del Sur. Mendoza, Argentina

[12]Fouilloux, Étienne. (2008) Historia religiosa: métodos, enfoques, debates . París

[13]ALBERIGO, G. (1993) Historia de la Iglesia: Una guía de estudio . Salamanca. España pág. 15

[14]DELUMEAU, J. (1997) La religión en Occidente: del siglo XIII al siglo XX . Ediciones Cristiandad, Madrid:

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