Por: Lic. Sergio D´Onofrio
El estoicismo fue una de las tantas doctrinas filosóficas que predominaron durante el desenvolvimiento de la civilización romana. Los estoicos postulaban que el Hombre debe ejercitarse constantemente en dominar sus pasiones en base a la supremacía de la razón
El pensamiento estoico se centraba además en un vida acética y austera, es decir el constante rechazo del lujo y las comodidades ya que estos no permiten al Hombre alcanzar la verdadera felicidad y lo sumerge en la superficialidad de la riqueza y comodidad. En cambio, postula que mediante el amor y aprecio por un estilo de vida austero y desinteresado el ser humano es libre de orientar su vida por medio de una regla moral que regulará su carácter y actitud frente al mundo.
“La escuela estoica fue fundada por Zenón de Citio hacia el año 301 a. de C. en Atenas. Acostumbraban reunirse en un pórtico de la ciudad, de lo cual derivó su nombre, que proviene del griego Στωϊκός (Stoikós), derivado de στοά (stoá), que significa ‘pórtico’. Fue una de las escuelas filosóficas helénicas de mayor influencia. Su periodo de auge se registra entre el siglo III a. de C. y el II d. de C. Su debilitamiento coincidió con el auge del cristianismo”[1]
Es menester establecer las diferentes fases del Estoicismo para conocer quienes fueron los diferentes pensadores que predominaron en cada una de ellas.
Estoicismo Antiguo: La primera etapa del estoicismo fue encabezada por Zenón y Crisipo, esta primera escuela se desarrolló en Atenas y estuvo basada en los principios morales expuestos por los cínicos y su estilo de vida basado en la complementariedad con la naturaleza.
Estoicismo Medio: La segunda etapa se presenta por la presencia de Panecio y Posidonio. Esta segunda fase se caracteriza por una sistematización y jerarquización de los valores religiosos, es decir en primer lugar Zeus, en segundo la Naturaleza y finalmente el Destino.
Aquí encontramos una pequeña querella en cuanto a las ideas de estos pensadores con respecto a los postulados de Zenón y Crisipo. Panecio por su parte postula entre otras cosas, que la necesidad de los bienes materiales para la realización del hombre y a su vez presenta a la figura del sabio como algo utópico, algo que se encuentra fuera del alance de las personas.
Por otro lado, Posidonio encausaba sus estudios hacia la Biología y la Astronomía. Posidonio era fiel seguidor de las ideas Platónicas y Aristotélicas, he ahí el fundamento de sus estudios. El aporte más relevante que aporta este pensador es el postulado de la separación del alma en tres partes, estas son: Razón, Emoción y Deseo.
Estoicismo nuevo: Por último, llegamos a la última etapa de este movimiento filosófico, el llamado Estoicismo nuevo está integrado por Séneca, Epícteto y Marco Aurelio. El estoicismo nuevo o también denominado “Estoicismo Romano” se caracteriza además por el constante manejo de la práctica y la formación de la ética. No se busca tanto en esta fase por la infiltración en lo político, sino que es aquí cuando el estoicismo se termina de dar la característica religiosa que se venía germinando desde el estoicismo medio.
Cómo mencionamos anteriormente a Seneca se le asigna un papel fundamental en el desarrollo evolutivo del estoicismo, fundamentalmente lo podemos ubicar en el período nuevo. Para comprender los aportes de dicho pensador debemos saber que nos ubicamos en la transición de Roma desde la república al imperio, es decir un escenario de profunda crisis gubernamental y social.
“El viejo espíritu romano decae y con él todas sus instituciones y leyes, especialmente el Senado, que fue la encarnación más cualificada del pueblo romano, como lo fue la polis para los griegos. El pueblo romano cansado de guerras y de sangre, e influido por la propaganda oficial, aceptó el estado de cosas impuesto y vio al emperador como a un ser excepcional, dotado de un carisma y atractivo singulares. Augusto trató de hacer ver que su absolutismo era indispensable para la paz y eso no se lo perdonaban algunos.”[2]
Séneca no se centrará totalmente en el ámbito social y político, pero si ejercerán una fuerte influencia en su persona. Seneca se inclinará poderosamente hacia la religión donde se manifiesta la presencia divina. A su vez entabla una estrecha relación con el respeto y amor hacia los antepasados y la aceptación serena para con la muerte de manera tal que se establezca así una unión entre el mundo terrenal y el espiritual.
Séneca fue progresivamente nutriéndose de los postulados promovidos por distintos pueblos, uno de ello será en la región de Hispania
“Una idea de ese Occidente primitivo era que el cielo se unía a los hombres formando con ellos una comunidad de espíritus y de hombres, que va a ser constante en Séneca6• Pero hay más: la tradición prehistórica de España forma un cuadro confirmado monumentalmente con recuerdos funerarios que las generaciones antiguas, y quizá en tiempo de Séneca, dedicaban a los muertos. Las damas o matronas como las de Elche y Baza son símbolos del poder sapiencial. Todo esto influyó en Séneca cuyo concepto de sabiduría trascendente comunicada del cielo a los hombres, tiene aquí sus orígenes.”[3]
Algo característico en la persona de Séneca era su capacidad de reflexión, la cual le permitía captar la situación cultural que se presentaba en Roma donde se producía una simbiosis entre la cultura autóctona y la griega. Séneca será quien conjugue en su planteamiento la contraposición y complementariedad de la filosofía del antiguo occidente con la filosofía de los helenos.
Séneca y el Cristianismo
Si bien Séneca no fue en lo absoluto un pensador cristiano, sino que todo su ser se consagró al estoicismo, podemos sin embargo, observar en muchas de las cartas que Séneca le escribe a Licinio un paralelismo con el pensamiento cristiano. Tomaremos como ejemplo el escrito titulado titulada “Ventajas de la senectud. Aprovechar cada día como si fuera el último”. En ella Séneca le manifiesta a Licinio su enojo al contemplar la situación de que ya los años pasaron, cae en la cuenta de que su juventud se ha marchitado y que ya no le queda mucho tiempo de vida.
“Ventajas de la senectud. Aprovechar cada día como si fuera el último
Adondequiera que vuelvo la mirada, descubro indicios de mi vejez. He llegado a mi quinta, cercana a Roma, y deploro los gastos de aquel edificio ruinoso. El granjero me asegura que no es imputable a negligencia de su parte, que él hace todo lo necesario, pero que la quinta es vieja. La quinta surgió entre mis manos: ¿qué porvenir me aguarda si tan descompuestos están unos sillares tan viejos como yo? Indignado con él, aprovecho la primera ocasión para desahogar mi enojo: «Ese vidente», digo, «que estos plátanos están desatendidos: no tienen hojas. ¡Qué ramas tan nudosas y resecas! ¡Qué troncos tan feos y rugosos! Esto no ocurriría si alguien cavase en derredor suyo y los regase». Él jura por mi genio que hace todo lo necesario sin descuidar la atención en ningún aspecto, pero que los plátanos tienen sus años. Que quede entre nosotros; yo los había plantado, yo había visto sus primeras hojas.
Vuelto hacia la entrada, pregunto: «¿quién ese se de ahí, ese decrépito, destinado con razón a hacer de portero? Porque ya está con los pies mirando hacia fuera. ¿De dónde has sacado a este individuo? ¿Qué placer encontraste en cargar con un muerto ajeno?». El aludido respondió: «¿No me conoces? Soy Felición, a quien solías regalar estatuillas; soy el hijo del granjero Filosito, soy tu favorito». «Éste», digo para mí, «delira completamente: ¿el nene se ha convertido también en mi favorito? Bien pudiera serlo: precisamente ahora que le caen los dientes». Esto debo a mi quinta: que mi vejez se me haga patente a dondequiera que me dirijo. Démosle un abrazo y acariciémosla; está llena de encantos, con tal que sepamos servirnos de ella. La fruta es muy sabrosa cuando está terminando la cosecha. El final de la infancia ofrece el máximo atractivo. Alos aficionados al vino les deleita la última copa, aquella que les pone en situación, que da el toque fin a la embriaguez.
La mayor dulzura que encierra todo placer la reserva para el final. Es gratísima la edad que ya declina, pero aún no se desploma, y pienso que aquella que se mantiene aferrada a la última teja tiene también su encanto; o mejor dicho, esto mismo es lo que ocupa el lugar delos placeres: no tener necesidad de ninguno. ¡Qué dulce resulta tener agotadas las pasiones y dejadas a un lado!.
«Es penoso», objetas, «tener la muerte a la vista». En primer término, ella debe estar en la consideración tanto del viejo como del joven, pues no somos convocados a ella según el censo; además, nadie hay tan anciano como para no aguardar razonablemente un día más. Ahora bien, un día es un peldaño en la vida. Toda la existencia consta de partes y presenta círculos mayores descritos alrededor de otros más pequeños. Hay uno que rodea y los envuelve a todos; éste comprende desde el nacimiento hasta el último día; hay otro que delimita los años de la adolescencia, otro que encierra en su ámbito toda la niñez. Luego, como unidad aparte, está el año que incluye en sí todas las estaciones de cuya multiplicación se compone la vida; al mes lo rodea un círculo más estrecho; la órbita más corta la describe el día; también ésta se extiende desde el principio al fin, desde el orto hasta el ocaso
Por ello Heráclito, que se ganó el sobrenombre de «oscuro» por la «oscuridad» de su exposición, dijo: «Un día es igual a otro cualquiera», sentencia que cada cual interpretó de modo distinto. Así hubo uno que dijo que era igual en cuanto a las horas y no se equivocó; porque si el día es el espacio de veinticuatro horas, es preciso que todos los días sean iguales entre sí, toda vez que la noche gana lo que el día perdió. Otro interpretó que un día era igual a todos por razón de semejanza, ya que el espacio de tiempo más prolongado nada contiene que no se halle en un solo día: claridad y noche; y en los cambios sucesivos de estación la noche unas veces más corta, otras más larga, mantiene iguales los días.
Así, pues, hay que organizar cada jornada como si cerrara la marcha y terminara y completara la vida
Pacuvio, que se hizo dueño de Siria por derecho de uso, después de haber celebrado exequias en su honor con libaciones y banquetes fúnebres muy sonados, se hacía conducir de la cena a su aposento mientras en medio de los aplausos de sus favoritos se cantaba con acompañamiento de música: «la vida ha terminado, la vida ha terminado». Ningún día dejó de celebrar su propio entierro. Esto mismo que él realizaba con mala conciencia, practiquémoslo nosotros con noble intención y en el momento de entregarnos al sueño digamos alegres y contentos:
He vivido, he consumado la carrera que me había asignado la fortuna.
Si Dios nos otorga además un mañana, recibámoslo con júbilo. Es muy feliz y dueño seguro de sí aquel que espera el mañana sin inquietud. Todo el que dice: «he vivido», al levantarse recibe cada día una ganancia.
Pero debo ya terminar la epístola. «¿Llegará a mí», preguntas, «así, sin donativo alguno?». No temas, alguno lleva consigo. ¿Por qué he dicho alguno?, ¡alguno, y de peso! ¿Qué sentencia, en efecto, hay más hermosa que ésta que le encomiendo a ella para que te la transmita a ti?: «Es un mal vivir en necesidad, pero no hay ninguna necesidad de vivir en necesidad». ¿Por qué ha de haberla? En todas direcciones se abren hacia la libertad muchos caminos cortos y expeditos. A Dios gracias de que nadie pueda ser retenido en la vida: es lícito hollar las necesidades mismas.
«Epicuro lo ha dicho», me adviertes: «¿qué tienes tú que ver con un extraño?». Todo cuanto es verdad, me pertenece; continuaré en mi empeño de inculcarte a Epicuro, a fin de que esos que juran con la fórmula del maestro y consideran no lo que se dice, sino quien lo dice, sepan que las mejores cosas son patrimonio común.”[4]
El Hombre en general vive, o pretende llevar un ritmo de vida acelerado, como si su vida fuera eterna y en esos momentos de juventud no pareciera no preocuparle aquel momento en el cual Dios nos llamará a su presencia divina y nos pedirá cuentas por nuestro actuar en este mundo.
El cristianismo toma esta realidad del Hombre y nos da una mirada trascendental de la misma, nos demuestra que la vida en este mundo no es para derrocharla en vicios y fines egoístas, sino para juntar méritos para el cielo. Es así pues, que tomando la frase de Séneca “Así, pues, hay que organizar cada jornada como si cerrara la marcha y terminara y completara la vida.” Podemos aprender no solo como cristianos, sino también como personas que la vida en esta tierra tiene un final, no sabemos cuando y a que hora, pero si que vendrá. Nuestro Señor Jesucristo nos dice: “Por eso estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor.”[5] Por lo tanto debemos aprovechar cada momento que Dios nos brinda para vivir de acuerdo a su divina voluntad y disfrutando de las cosas buenas y aprendiendo de lo malo y aceptando las pruebas que Dios nos pone para llegar a la santidad.
Bibliografía
https://www.significados.com/estoicismo/ [3 de noviembre 2020]
Mateo 24, 38. Biblia de Jerusalén
Séneca, Cartas Filosóficas (Epístolas morales a Lucilio) ePUB v1.2 . MayenCM 22.10.11
SUANCES MARCOS Manuel. La aportación de Séneca al estoicismo romano.
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[1]https://www.significados.com/estoicismo/
[3 de noviembre 2020]
[2]SUANCES MARCOS Manuel. La aportación de
Séneca al estoicismo romano. Pág 15
[3]SUANCES MARCOS Manuel. La aportación de
Séneca al estoicismo romano. Pág 16
[4]Séneca, Cartas Filosóficas (Epístolas
morales a Lucilio) ePUB v1.2 . MayenCM
22.10.11
[5]Mateo
24, 38. Biblia de Jerusalem
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