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Historia Medieval: La herejía de los Cátaros 3/7


Por: Lic. Sergio D´Onofrio


Antes de adentrarnos en el tema en cuestión, es necesario definir algunas puntos para comprender el por qué el catarismo es una herejía. 

El primer punto es comprender el significado de lo que encierra la palabra herejía asi poder observar la magnitud de los males ocasionados por los herejes.
Se entiende por herejía:  Idea o conjunto de ideas religiosas contrarias a los dogmas de una doctrina religiosa. 
Por su parte Santo Tomás de Aquino la define como: "Una especie de infidelidad de aquellos que, habiendo profesado la fe en Cristo, corrompen sus dogmas”. “La correcta fe cristiana consiste en asentir voluntariamente con Cristo en todo aquello que pertenece verdaderamente a su enseñanza"
Existen, dos formas de desviarse del cristianismo: una, cuando uno se rehúsa a creer en Cristo, y es lo que se llama infidelidad, que comparten los paganos y los judíos; la otra, cuando uno restringe su creencia solamente a ciertos puntos de la doctrina de Cristo, seleccionados y modificados según la propia conveniencia, y es lo que se llama herejía.

El catarismo es una mezcla complicada de religiones no-cristianas re-elaboradas con terminología cristiana. Los cátaros tenían muchas sectas diferentes que tenía la enseñanza común de que el mundo había sido creado por una deidad maligna (por lo cual consideraban malo todo lo material) y que en su lugar se debía adorar a la deidad benigna.
Los albigenses conformaban una de las sectas cátaras más grande. Enseñaron que el espíritu es creado por Dios y es bueno, mientras que el cuerpo fue creado por el dios maligno. El espíritu entonces debe ser liberado del cuerpo. Tener hijos era uno de los más grandes males, ya que implicaba el aprisionar a otro "espíritu" en la carne. Lógicamente, el matrimonio estaba prohibido, pero la fornicación estaba permitida. Severos ayunos y mortificaciones de todo tipo eran practicados y su líderes practicaban la pobreza voluntaria.
La herejía de los cátaros consiste en su rechazo a los principios cristianos de la redención del hombre por el advenimiento de Cristo a la tierra y su rechazo a los sacramentos. Para los cátaros, el cuerpo de Cristo ha sido creado por el demonio. Y se oponen a los clérigos cristianos que, según su pensamiento, predican una catequesis del miedo que propugna la condena en el infierno a falta de obtener un perdón. El cátaro está seguro de encontrar el mundo del Bien adhiriendo a la fe cátara.
Los cátaros admiten la existencia de un principio de maldad en el origen del mundo material. Al Dios que reina sobre el mundo espiritual se contrapone el mundo material gobernado por Satán. Esta religión dualista es de antigua inspiración maniqueísta que funde toda su doctrina en la eterna lucha entre el bien y el mal. El hombre no es más que un espíritu encerrado dentro de la materia por la astucia de Satán. Los cátaros se proponen liberar al hombre de la materia y devolverle su pureza divina.

En lo esencial, la diferencia con la doctrina católica reside en el rechazo a la encarnación de Cristo así como los aspectos “materiales” de su pasión y resurrección. Mientras que las enseñanzas de la Iglesia Católica reposan sobre el “sacrificio redentor de Jesucristo”, los Cátaros interpretan las Santas Escrituras en el sentido de un Cristo que ha venido simplemente a traernos un mensaje, a ofrecernos la llave de la salvación. Según ellos no se encarnó, sino que únicamente tomó una “apariencia humana”. Dios no hubiera consentido el suplicio de la cruz. No hubo por lo tanto redención sino una aviso. Jesús vino a proponer un modelo de vida.

Los cátaros se niegan a aceptar que Dios se encuentre en el origen del mal y rechaza la solución católica del libre albedrío por el que Dios permite a los hombres elegir entre el bien y el mal. Puesto que Dios es perfecto, no pudo haber creado el mal. El único creador del mal es un ángel rebelde, el demonio Lucifer.

Según los cátaros, la Iglesia Católica es cómplice y generadora del mal al promover persecuciones y excomuniones. Los cátaros no creen en el pesimismo de la Iglesia Católica que juzga que un infierno eterno espera a los pecadores. Los cátaros creen en la salvación del alma que cada uno consigue a base de purificarla en vidas sucesivas.

Todo lo material está en manos de este dios perverso, y, por tanto, todo lo material es perverso. No existe el infierno, ya que el infierno está en la Tierra: el infierno es lo material y todos los obstáculos con los que se enfrenta el alma en su camino de purificación.

El culto cátaro no tenía, pues, ni imágenes, ni sacramentos, ni templos, y consistía simplemente en reuniones en las que se leía el Nuevo Testamento traducido en lengua vulgar (lo cual estaba prohibido por el Concilio de Toulouse de 1229), se hacía una homilía, se recitaba el páter y se bendecía el pan, a lo que a veces seguía una comida en común. Una vez al mes se celebrara una confesión genérica de los pecados ante los diáconos, aunque hubo casos de confesión secreta, específica e individual.

El Catarismo, que adoptaba unas posturas muy críticas contra el materialismo de la Iglesia de Roma y cuyos adeptos eran tremendamente exigentes consigo mismos en cuanto a pureza de costumbres llegó a establecerse como una contraiglesia estrictamente organizada, con su propio clero mixto y sus obispos. En las casas cátaras los buenos hombres vivían en comunidad, recibiendo la predicación de sus diáconos. Estas casas estaban abiertas a la sociedad de su entorno, no existiendo ningún tipo de clausura, sino que, por contra, sus habitantes entraban y salían en cualquier momento y los vecinos tenían igualmente acceso a ellas. Todas estas singularidades, unido a un modo de vida ascética y ejemplar, hacía que sus creencias encontrasen fácil difusión, como de hecho sucedió.

La doctrina cátara chocaba radicalmente con la predicada por la Iglesia. Entre otras cosas:

Negaba la existencia de un único Dios al afirmar la dualidad de las cosas (existencia de un Dios malo).

Negaba el dogma de la Trinidad, rechazando el concepto del Espíritu Santo y afirmando que Jesús no era el hijo de Dios encarnado sino una aparición que mostraba el camino a la perfección.

Planteaba un concepto del mundo y la Creación diferente (para los católicos el mundo y el hombre son buenos pues son creados por Dios y el pecado viene de la corrupción del hombre en el pecado original).

Propugnaba la salvación a través del conocimiento en vez de a través de la fe en Dios.
La Respuesta de la Iglesia

La Iglesia Romana con el papa Celestino III trató de contrarrestar el auge del catarismo mediante una política misionera, multiplicando las fundaciones cistercienses y enviando a predicadores de relevancia como Bernardo de Claraval en el siglo XII. A finales de dicho siglo, Celestino III fue sucedido por Inocencio III, Comprendió que el catarismo había surgido por una carencia de la Iglesia; había pocos clérigos católicos bien instruidos, pocas abadías y obispos.

En 1203 Inocencio III designó como legados a dos hermanos cistercienses de la abadía de Fontfroide, Raoul de Fontfroide y Pierre de Castelnau, un jurista de la orden del císter que se conducía con la intransigencia de un juez seguro de la ley que aplicaba. En diciembre se dirigieron a Toulouse donde hicieron jurar al conde que se extirparía la herejía. En febrero de 1204 tuvo lugar una reunión en Béziers presidida por el rey Pedro II de Aragón. El rey se había reconocido vasallo de la Santa Sede.

Unos meses más tarde Arnaud Amaury, abad de Cîteaux, se incorporó a la delegación, pero incluso con el refuerzo de Arnaud Amaury, los legados no obtenían logros. Su presentación no era la más adecuada para alcanzar el éxito que pretendían: recorrían el país en lujosos coches de caballos acompañados de todo un cortejo de servidores. Es lógico el efecto adverso que causaron cuando precisamente el lujo y la suntuosidad era lo que más reprochaba el pueblo occitano a la iglesia romana. En mayo de 1206 los abades decidieron regresar a sus respectivas abadías. En el camino de regreso hicieron una parada en Montpellier y allí coincidieron con dos castellanos que regresaban de Roma. Eran Diego de Acebes, obispo de Osma, y su viceprior, Domingo de Guzmán, posterior fundador de la Orden dominica. Este encuentro fue decisivo. Los castellanos plantearon la solución: dejar de lado la reforma de los clérigos y dedicarse exclusivamente a la predicación pero, para que esta fuera eficaz, era preciso que cumpliera una condición imperativa: la pobreza, es decir, viajar con humildad, ir a pie, sin dinero, en parejas de dos en dos, imitando a los apóstoles. los métodos de Diego de Acebes y Santo Domingo de Guzmán lograban sus efectos, convirtiendo a creyentes cátaros e incluso a algunos Perfectos. 

                                                                                                     
Bibliografía 

Michel Roquebert, Nosotros, los Cátaros: prácticas y creencias de una religión exterminada, Barcelona: Critica, 2.010.

José Antonio de Souza, Doctrinas y relaciones de poder: en el cisma de occidente y en el época conciliar, Zaragoza: prensas universitarias, 2.007.

Wilhelm, Joseph. "Heresy." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07256b.htm>.

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