Por: Lic. Sergio D´Onofrio
San Ignacio de Loyola (Iñigo) nació, como lo indica su procedencia, en el castillo de Loyola, ubicado en Guipúzcoa al norte de España en el territorio coloquialmente llamado País Vasco, en proximidad a los montes Pirineos, límite con Francia. Hijo de Bertrán De Loyola y Marina Sáenz, quienes procedían de familias distinguidas y nobleza, San Ignacio fue el menor de once hijos: ocho varones y tres mujeres.
Fue un militar y luego religioso español, surgido como un líder religioso durante la Contrarreforma. Su devoción a la Iglesia católica se caracterizó por la obediencia absoluta al Papa. Fue el fundador de la Compañía de Jesús de la que fue el primer general, la misma prosperó al punto que contaba con más de mil miembros en más de cien casas —en su mayoría colegios y casas de formación— repartidas en doce provincias al momento de su muerte
Envió a sus compañeros como misioneros por Europa para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden, así como los dirigentes europeos. En 1548, sus Ejercicios espirituales fueron finalmente impresos
Su carrera militar
Iñigo de Loyola inició su carrera como militar formando parte de las tropas oñacinas del reino de Castilla., con treinta años de edad cayó herido en la Batalla de Pamplona en mayo de 1521 defendíendo la ciudad de las tropas francesas Este hecho sería determinante en su vida, pues la lectura durante su convalecencia de libros religiosos lo llevaría a profundizar en la fe católica y a la imitación de los santos. Se propuso entonces peregrinar a Jerusalén, para lo cual necesitaba llegar antes a Roma, pero antes pararía en Montserrat y Manresa, donde comenzó a desarrollar sus Ejercicios espirituales, base de su espiritualidad.
“Los franceses no abusaron de la victoria y enviaron al herido en una litera al castillo de Loyola (su hogar). Como los huesos de la pierna soldaron mal, los médicos consideraron necesario quebrarlos nuevamente. Iñigo se decidió a favor de la operación y la soportó estoicamente ya que anhelaba regresar a sus anteriores andanzas a todo costo. Pero, como consecuencia, tuvo un fuerte ataque de fiebre con tales complicaciones que los médicos pensaron que el enfermo moriría antes del amanecer de la fiesta de San Pedro y San Pablo. Sin embargo empezó a mejorar, aunque la convalecencia duró varios meses. No obstante la operación de la rodilla rota presentaba todavía una deformidad. Iñigo insistió en que los cirujanos cortasen la protuberancia y, pese a éstos le advirtieron que la operación sería muy dolorosa, no quiso que le atasen ni le sostuviesen y soportó la despiadada carnicería sin una queja. Para evitar que la pierna derecha se acortase demasiado, Iñigo permaneció varios días con ella estirada mediante unas pesas. Con tales métodos, nada tiene de extraño que haya quedado cojo para el resto de su vida.”[1]
Su Conversión
Mientras se encontraba en su periodo de convalecencia sentía una profunda frustración ya que se sentía como un “inútil” un tullido a quien se deberían auxiliar, un soldado que nunca contemplaría el honor de morir en batalla.
Sin embargo pidió para leer unos libros de caballería pero en su lugar le trajeron: “La Vida de Cristo y el "Año Cristiano", el cual narraba las historias del santo de cada día. Al princió Ignacio no tuvo interés en leerlo ya que “el era un caballero” pero poco a poco fue sumergiéndose en la lectura y adquiriendo fascinación por la vida del Supremo y único Señor de los Ejércitos y por sus “soldados del cielo”.
“Mientras leía las historias de los grandes santos pensaba: "¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?". Y después se iba a cumplir en él aquello que decía Jesús: "Dichosos los que tienen un gran deseo de ser santos, porque su deseo se cumplirá" (Mt. 5,6), y aquella sentencia de los psicólogos: "Cuidado con lo que deseas, porque lo conseguirás"[2].
Tomó así la firme convicción de iniciar su conversión para ponerse al servicio de nuestro Señor Jesucristo Una noche, mientras aún se encontraba en recuperación, se le apareció la Madre de Dios, rodeada de luz y llevando en los brazos a Su Hijo. Ignacio experimentó una profunda consolación en su interior. Una vez recuperado sus fuerzas, realizó una peregrinación en dirección al santuario de Nuestra Señora de Montserrat, estando a los pies de Nuestra Señora le entregó sus armas prometiendo defender y luchar bajo las órdenes del Supremo Capitán. Su propósito era llegar a Tierra Santa y para ello debía embarcarse en Barcelona la cual se encontraba cerca de Montserrat. Por desgracia, la ciudad se encontraba cerrada por miedo a la peste que azotaba la región. Así que debió esperar en Manresa, se encontró allí por el periodo de casi un año donde se dedicó a una profunda vida de oración, ayuno y penitencia.
Ya en 1523 se fue en peregrinación a Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. pasó la Pascua en Roma, tomó otra nave en Venecia con rumbo a Chipre y de ahí se trasladó a Jaffa[3] desde allí se dirigió a Jerusalén, donde tenía decisión de establecerse. Todavía era muy impulsivo y un día al escuchar a uno que hablaba mal de la Santísima Virgen dudó si darle muerte o no, se encimendó a la
Divina Providencia la cual le mostró que no debía darle muerte (aunque motivos sobraban para hacer lo contrario). Por eso le
“El franciscano encargado de guardarlos le ordenó que abandonase Palestina, temeroso de que los mahometanos, enfurecidos por el proselitismo de Ignacio, le raptasen y pidiesen rescate por él. Por lo tanto, el joven renunció a su proyecto y obedeció, aunque no tenía la menor idea de lo que iba a hacer al regresar a Europa. Otra vez, la Divina Providencia tenía designios para esta alma tan generosa”.[4]
Los Ejercicios Espirituales
Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola son una secuencia ordenada de meditaciones y contemplaciones -ejercicios- que surgen de la profunda experiencia espiritual que Ignacio vive a partir de su conversión, con el fin de ayudar al que se ejercita en ellos a descubrir cuál es la voluntad de Dios para su vida. se remontan al Cuaderno de notas en el que Ignacio describe sus experiencias espirituales durante su visita a la cuidad de Manresa, donde -como lo escribe en su Autobiografía- le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño (Autobiografía 27).
Leonardo Castellani comenta:
“Este cuaderno contiene las experiencias ascéticas de un soldado del Renacimiento, y su elaboración por él mismo, de un método y un training (entrenamiento) aplicable a todos. ¿Se ha reflexionado lo suficiente sobre la enorme paradoja que tal hecho involucra? El hecho es éste: una experiencia religiosa concreta, una conversión ha sido como ‘desindividualizada’ y ‘arquetipada’, sin convertirse por eso ni en un rígido esqueleto ni en un fantasma abstracto. Pienso que si los Ejercicios Espirituales no existieran, parecerían imposibles. Si antes de san Ignacio hubiéramos presentado el proyecto a los teólogos y a los filósofos, se hubieran reído, o tal vez enojado –según el humor–. Algunos los hubieran declarado imposibles, utópicos. Otros los hubiesen tenido por heréticos pelagianos, o se hubieran escandalizado ante la sola idea de estos”.[5]
El objetivo de los Ejercicios Espirituales Ignacianos es ayudar al ejercitante a discernir y conocer lo que Dios quiere de él, y a desear y elegir esto.
De modo particular, los Ejercicios Espirituales, son muy útiles para organizar la vida diaria de acuerdo a la Voluntad divina, e incluso a descubrir a qué Vocación Dios me esta llamando, para aquellos que todavía no han decidido.
La experiencia completa de los Ejercicios Espirituales Ignacianos dura aproximadamente 30 días, los cuales se hacen en silencio y bajo la guía del Predicador. Pero es posible adaptar el mes de Ejercicios Espirituales a la situación real de cada ejercitante. De aquí que se puedan hacer versiones reducidas de 5 o hasta 3 días.
Los ejercicios se hacen en silencio, y tienen un director, que generalmente es un sacerdote y/o religioso, que va leyendo las meditaciones y lecturas que propone san Ignacio. Después de cada lectura o meditación, hay un tiempo de oración o meditación personal en la que uno sigue los consejos del director y utiliza algunas herramientas que proponen los mismos Ejercicios.
Los Ejercicios espirituales tienen tres objetivos principales:
Quitar las afecciones desordenadas.
Aumentar el conocimiento de Jesús, para amarlo y seguirlo (aumento de la devoción).
Conocer lo que quiere Dios para mi vida (vocación).
La Compañía de Jesús
A su vuelta de Tierra Santa, comenzó sus estudios y a dedicarse a la predicación, basándose en el método de sus Ejercicios. Sus actividades le hicieron sospechoso de heterodoxo e incluso llegó a ser procesado en distintas ocasiones. Tras ver cerradas las puertas a la predicación, decidió continuar sus estudios en París, donde cursó filosofía y tuvo por compañeros a Pedro Fabro y Francisco Javier, entre otros
Ignacio y sus compañeros acabaron pronunciando un voto de pobreza, iniciaron la Compañía de Jesús y decidieron peregrinar a Jerusalén, pero esta empresa resultó imposible y finalmente optaron por ponerse a disposición del papa. Ignacio partió a Roma junto con Pedro Fabro y Diego Laínez, experimentando durante todo el viaje multitud de sentimientos espirituales y una especial confianza en que Dios les sería favorable en esa ciudad
Después de esto se procedió a designar al primer general de la Compañía de Jesús, resultando Ignacio elegido unánimemente por sus compañeros. Sin embargo, rechazó la designación y pidió que la votación se repitiese tras madurarlo más profundamente. Volvió a ser elegido en segunda votación y, tras reflexionar y confesar sus pecados, finalmente aceptó, estuvo quince años al frente de la Compañía de Jesús como General, permaneciendo en Roma. Murió el 31 de julio de 1556 y su cuerpo, que fue inicialmente sepultado en la iglesia de Santa Maria della Strada, fue trasladado a la iglesia del Gesù, sede la Compañía. El papa Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622 junto con Francisco Javier, Felipe Neri, Teresa de Jesús e Isidro Labrador.
Fundó casas de su congregación en España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes. Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo llegó a ser el más célebre catequista de aquél país. Recibió como religioso jesuita a San Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió más de 6 mil cartas dando consejos espirituales.
Los jesuitas tuvieron la importanticima misión de hacer frente a la mal llamada “Reforma Protestante” y sobre todo a la evangelización del Nuevo Mundo, donde en reiterdas ocaciones se enviaban desde España misioneros fieles y meticulosamente elegidos para llevar el evangelio a estos territorios. En el norte argentino, mas precisamente en las provincia de Corrientes y Misiones, al límite con Brasil se encuentran las reducciones Jesuitas, donde se hallan restos de templos, colegios, casas y demás. Los jesuitas evangelizaron a los indios guaraníes, les dieron educación, les dieron cultura y fueron una firme defensa de la fe y del territorio argentino, evitando en reiteradas veces la invasión del País Lucitano.
Fue un militar y luego religioso español, surgido como un líder religioso durante la Contrarreforma. Su devoción a la Iglesia católica se caracterizó por la obediencia absoluta al Papa. Fue el fundador de la Compañía de Jesús de la que fue el primer general, la misma prosperó al punto que contaba con más de mil miembros en más de cien casas —en su mayoría colegios y casas de formación— repartidas en doce provincias al momento de su muerte
Envió a sus compañeros como misioneros por Europa para crear escuelas, universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden, así como los dirigentes europeos. En 1548, sus Ejercicios espirituales fueron finalmente impresos
Su carrera militar
Iñigo de Loyola inició su carrera como militar formando parte de las tropas oñacinas del reino de Castilla., con treinta años de edad cayó herido en la Batalla de Pamplona en mayo de 1521 defendíendo la ciudad de las tropas francesas Este hecho sería determinante en su vida, pues la lectura durante su convalecencia de libros religiosos lo llevaría a profundizar en la fe católica y a la imitación de los santos. Se propuso entonces peregrinar a Jerusalén, para lo cual necesitaba llegar antes a Roma, pero antes pararía en Montserrat y Manresa, donde comenzó a desarrollar sus Ejercicios espirituales, base de su espiritualidad.
“Los franceses no abusaron de la victoria y enviaron al herido en una litera al castillo de Loyola (su hogar). Como los huesos de la pierna soldaron mal, los médicos consideraron necesario quebrarlos nuevamente. Iñigo se decidió a favor de la operación y la soportó estoicamente ya que anhelaba regresar a sus anteriores andanzas a todo costo. Pero, como consecuencia, tuvo un fuerte ataque de fiebre con tales complicaciones que los médicos pensaron que el enfermo moriría antes del amanecer de la fiesta de San Pedro y San Pablo. Sin embargo empezó a mejorar, aunque la convalecencia duró varios meses. No obstante la operación de la rodilla rota presentaba todavía una deformidad. Iñigo insistió en que los cirujanos cortasen la protuberancia y, pese a éstos le advirtieron que la operación sería muy dolorosa, no quiso que le atasen ni le sostuviesen y soportó la despiadada carnicería sin una queja. Para evitar que la pierna derecha se acortase demasiado, Iñigo permaneció varios días con ella estirada mediante unas pesas. Con tales métodos, nada tiene de extraño que haya quedado cojo para el resto de su vida.”[1]
Su Conversión
Mientras se encontraba en su periodo de convalecencia sentía una profunda frustración ya que se sentía como un “inútil” un tullido a quien se deberían auxiliar, un soldado que nunca contemplaría el honor de morir en batalla.
Sin embargo pidió para leer unos libros de caballería pero en su lugar le trajeron: “La Vida de Cristo y el "Año Cristiano", el cual narraba las historias del santo de cada día. Al princió Ignacio no tuvo interés en leerlo ya que “el era un caballero” pero poco a poco fue sumergiéndose en la lectura y adquiriendo fascinación por la vida del Supremo y único Señor de los Ejércitos y por sus “soldados del cielo”.
“Mientras leía las historias de los grandes santos pensaba: "¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?". Y después se iba a cumplir en él aquello que decía Jesús: "Dichosos los que tienen un gran deseo de ser santos, porque su deseo se cumplirá" (Mt. 5,6), y aquella sentencia de los psicólogos: "Cuidado con lo que deseas, porque lo conseguirás"[2].
Tomó así la firme convicción de iniciar su conversión para ponerse al servicio de nuestro Señor Jesucristo Una noche, mientras aún se encontraba en recuperación, se le apareció la Madre de Dios, rodeada de luz y llevando en los brazos a Su Hijo. Ignacio experimentó una profunda consolación en su interior. Una vez recuperado sus fuerzas, realizó una peregrinación en dirección al santuario de Nuestra Señora de Montserrat, estando a los pies de Nuestra Señora le entregó sus armas prometiendo defender y luchar bajo las órdenes del Supremo Capitán. Su propósito era llegar a Tierra Santa y para ello debía embarcarse en Barcelona la cual se encontraba cerca de Montserrat. Por desgracia, la ciudad se encontraba cerrada por miedo a la peste que azotaba la región. Así que debió esperar en Manresa, se encontró allí por el periodo de casi un año donde se dedicó a una profunda vida de oración, ayuno y penitencia.
Ya en 1523 se fue en peregrinación a Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. pasó la Pascua en Roma, tomó otra nave en Venecia con rumbo a Chipre y de ahí se trasladó a Jaffa[3] desde allí se dirigió a Jerusalén, donde tenía decisión de establecerse. Todavía era muy impulsivo y un día al escuchar a uno que hablaba mal de la Santísima Virgen dudó si darle muerte o no, se encimendó a la
Divina Providencia la cual le mostró que no debía darle muerte (aunque motivos sobraban para hacer lo contrario). Por eso le
“El franciscano encargado de guardarlos le ordenó que abandonase Palestina, temeroso de que los mahometanos, enfurecidos por el proselitismo de Ignacio, le raptasen y pidiesen rescate por él. Por lo tanto, el joven renunció a su proyecto y obedeció, aunque no tenía la menor idea de lo que iba a hacer al regresar a Europa. Otra vez, la Divina Providencia tenía designios para esta alma tan generosa”.[4]
Los Ejercicios Espirituales
Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola son una secuencia ordenada de meditaciones y contemplaciones -ejercicios- que surgen de la profunda experiencia espiritual que Ignacio vive a partir de su conversión, con el fin de ayudar al que se ejercita en ellos a descubrir cuál es la voluntad de Dios para su vida. se remontan al Cuaderno de notas en el que Ignacio describe sus experiencias espirituales durante su visita a la cuidad de Manresa, donde -como lo escribe en su Autobiografía- le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño (Autobiografía 27).
Leonardo Castellani comenta:
“Este cuaderno contiene las experiencias ascéticas de un soldado del Renacimiento, y su elaboración por él mismo, de un método y un training (entrenamiento) aplicable a todos. ¿Se ha reflexionado lo suficiente sobre la enorme paradoja que tal hecho involucra? El hecho es éste: una experiencia religiosa concreta, una conversión ha sido como ‘desindividualizada’ y ‘arquetipada’, sin convertirse por eso ni en un rígido esqueleto ni en un fantasma abstracto. Pienso que si los Ejercicios Espirituales no existieran, parecerían imposibles. Si antes de san Ignacio hubiéramos presentado el proyecto a los teólogos y a los filósofos, se hubieran reído, o tal vez enojado –según el humor–. Algunos los hubieran declarado imposibles, utópicos. Otros los hubiesen tenido por heréticos pelagianos, o se hubieran escandalizado ante la sola idea de estos”.[5]
El objetivo de los Ejercicios Espirituales Ignacianos es ayudar al ejercitante a discernir y conocer lo que Dios quiere de él, y a desear y elegir esto.
De modo particular, los Ejercicios Espirituales, son muy útiles para organizar la vida diaria de acuerdo a la Voluntad divina, e incluso a descubrir a qué Vocación Dios me esta llamando, para aquellos que todavía no han decidido.
La experiencia completa de los Ejercicios Espirituales Ignacianos dura aproximadamente 30 días, los cuales se hacen en silencio y bajo la guía del Predicador. Pero es posible adaptar el mes de Ejercicios Espirituales a la situación real de cada ejercitante. De aquí que se puedan hacer versiones reducidas de 5 o hasta 3 días.
Los ejercicios se hacen en silencio, y tienen un director, que generalmente es un sacerdote y/o religioso, que va leyendo las meditaciones y lecturas que propone san Ignacio. Después de cada lectura o meditación, hay un tiempo de oración o meditación personal en la que uno sigue los consejos del director y utiliza algunas herramientas que proponen los mismos Ejercicios.
Los Ejercicios espirituales tienen tres objetivos principales:
Quitar las afecciones desordenadas.
Aumentar el conocimiento de Jesús, para amarlo y seguirlo (aumento de la devoción).
Conocer lo que quiere Dios para mi vida (vocación).
La Compañía de Jesús
A su vuelta de Tierra Santa, comenzó sus estudios y a dedicarse a la predicación, basándose en el método de sus Ejercicios. Sus actividades le hicieron sospechoso de heterodoxo e incluso llegó a ser procesado en distintas ocasiones. Tras ver cerradas las puertas a la predicación, decidió continuar sus estudios en París, donde cursó filosofía y tuvo por compañeros a Pedro Fabro y Francisco Javier, entre otros
Ignacio y sus compañeros acabaron pronunciando un voto de pobreza, iniciaron la Compañía de Jesús y decidieron peregrinar a Jerusalén, pero esta empresa resultó imposible y finalmente optaron por ponerse a disposición del papa. Ignacio partió a Roma junto con Pedro Fabro y Diego Laínez, experimentando durante todo el viaje multitud de sentimientos espirituales y una especial confianza en que Dios les sería favorable en esa ciudad
Después de esto se procedió a designar al primer general de la Compañía de Jesús, resultando Ignacio elegido unánimemente por sus compañeros. Sin embargo, rechazó la designación y pidió que la votación se repitiese tras madurarlo más profundamente. Volvió a ser elegido en segunda votación y, tras reflexionar y confesar sus pecados, finalmente aceptó, estuvo quince años al frente de la Compañía de Jesús como General, permaneciendo en Roma. Murió el 31 de julio de 1556 y su cuerpo, que fue inicialmente sepultado en la iglesia de Santa Maria della Strada, fue trasladado a la iglesia del Gesù, sede la Compañía. El papa Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622 junto con Francisco Javier, Felipe Neri, Teresa de Jesús e Isidro Labrador.
Fundó casas de su congregación en España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes. Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo llegó a ser el más célebre catequista de aquél país. Recibió como religioso jesuita a San Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió más de 6 mil cartas dando consejos espirituales.
Los jesuitas tuvieron la importanticima misión de hacer frente a la mal llamada “Reforma Protestante” y sobre todo a la evangelización del Nuevo Mundo, donde en reiterdas ocaciones se enviaban desde España misioneros fieles y meticulosamente elegidos para llevar el evangelio a estos territorios. En el norte argentino, mas precisamente en las provincia de Corrientes y Misiones, al límite con Brasil se encuentran las reducciones Jesuitas, donde se hallan restos de templos, colegios, casas y demás. Los jesuitas evangelizaron a los indios guaraníes, les dieron educación, les dieron cultura y fueron una firme defensa de la fe y del territorio argentino, evitando en reiteradas veces la invasión del País Lucitano.
Bibliografia
Castellani, Leonardo (1991). La catarsis católica en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. Epheta. p. 119. ISBN 950-99775-00-150.
Compañía de Jesús en España. «Biografía de San Ignacio». Archivado desde el original el 29 de mayo de 2014. Consultado el 29 de mayo de 2014.
Ejercicios Espirituales, Ed EDIVE, Año 2018
https://www.aciprensa.com/recursos/carrera-militar-2862 [6 de Enero de 2019]
https://www.corazones.org/santos/ignacio_loyola.htm [6 de Enero de 2019]
La Compañía de Jesús, la poderosa orden más numerosa de la iglesia católica. Roma: Diario El País. Recuperado de: elpais.com [6 de Enero de 2019]
[1] Ejercicios Espirituales, Ed EDIVE, Año 2018, pág 130
[2] https://www.aciprensa.com/recursos/carrera-militar-2862 [6 de Enero de 2019]
[3] https://www.corazones.org/santos/ignacio_loyola.htm [6 de Enero de 2019]
[4] Libro de Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.
[5] Castellani, Leonardo (1991). La catarsis católica en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. Epheta. p. 119. ISBN 950-99775-00-150.
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