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20 de noviembre de 1845, La batalla que Ingleses y Franceses jamas olvidarán

Por: Lic. Sergio D´Onofrio


La Batalla de la Vuelta de Obligado

Se produjo el 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y en el norte de la provincia de Buenos Aires, en un recodo donde el cauce se angosta y gira, conocido como Vuelta de Obligado, en lo que hoy es la localidad de Obligado partido de San Pedro.

En esta batalla se enfrentaron la Provincia de Buenos Aires, liderada por el brigadier Juan Manuel de Rosas (1793-1877) —quien nombró comandante de las fuerzas porteñas al general Lucio N. Mansilla (1792-1871)— y a la escuadra anglo-francesa, cuya intervención se realizó bajo el pretexto de lograr la pacificación ante los problemas existentes entre Buenos Aires y Montevideo.

“La Confederación Argentina, gobernada por Juan Manuel de Rosas, sufrió la alevosa agresión militar de las dos principales potencias de la época: Gran Bretaña y Francia, que venían cebadas de sendas apropiaciones coloniales en China y Argelia. Contaban con el apoyo explícito del bando unitario emigrado a Montevideo y el de Fructuoso Rivera, que había derrocado en esa ciudad al gobierno legítimo de Oribe. Este, a su vez, sitiaba la ciudad por tierra y, desde hacía meses, por el río lo hacía la flota del viejo y glorioso almirante Brown. Los europeos también especulaban con el apoyo eficaz del Imperio del Brasil, interesado en la Mesopotamia y en la Banda Oriental. Por su parte, los Estados Unidos de Norteamérica, que ya habían proclamado la doctrina Monroe, la dejaron de lado para otras oportunidades más propicias: estaban demasiado ocupados en la anexión del estado mejicano de Texas.”[1]

Aprovechando el relieve de la costa del río Paraná en ese lugar, Mansilla dispuso a gran parte de su tropa en la especie de playa baja ubicada antes de las barrancas que en ese punto tienen casi 20 metros de altura; considerando acertadamente que los invasores anglo-franceses atacarían con su artillería primeramente a las baterías argentinas ubicadas en lo alto de tales barrancas, de este modo las tropas argentinas ubicadas en la parte baja podían hostigar la aproximación a las costas de los navíos y hacer frente con mayor eficacia a los desembarcos invasores.

El combate se inició al amanecer del día 20 de noviembre, primeramente con una escaramuza unos pocos kilómetros aguas abajo del río Paraná cuando tres lanchones argentinos que patrullaban al río fueron atacados por la artillería de la flota anglo-francesa; a las 08:00 de la mañana el vapor inglés al mando de Charles Hotham comenzó a cañonear las posiciones argentinas sin mucho efecto pero a las 10:30, la flota invasora reunida, con su diluvio de proyectiles comenzó a tener eficacia: con un intenso cañoneo y fuertes descargas de cohetes Congreve sobre las baterías argentinas. Estas respondieron de inmediato, pero estaban en inferioridad de condiciones, ya que contaban con cañones de mucho menor alcance, mucho menor precisión y notable lentitud de recarga, en comparación con las piezas que poseían los invasores.

“La flota anglo-francesa primero ocupó Montevideo, exigió la libre navegación de los ríos interiores argentinos, y se apoderó mediante su artillería de grueso calibre –sin previa declaración de guerra- de la débil escuadra de Brown, quien le escribió a Rosas: “Tal agravio demandaba imperiosamente el sacrificio de la vida con honor, y sólo la subordinación a las supremas órdenes de V.E. para evitar aglomeración de incidentes que complicasen las circunstancias, pudo resolver al que firma a arriar un pabellón que durante treinta y tres años de continuos triunfos ha sostenido con toda dignidad en las aguas del Plata”. La enseña azul y blanca de los buques argentinos fue reemplazada por la francesa o inglesa, y todos sus marinos apresados. El mando de la escuadra apoderada se le otorgó al aventurero José Garibaldi.”[2]


Las tropas defensoras los recibieron con un « ¡Viva la Patria!» y los sones del Himno Nacional. Al encontrarse la nave capitana francesa de frente a las baterías defensoras, estas abren fuego matando en el acto a 28 hombres de dicho buque y dañando seriamente su arboladura (se contabilizaron 11 disparos solo en el palo mayor), independientemente del gran ímpetu de las fuerzas defensoras, el intercambio de disparos causó desde un primer momento múltiples bajas en el bando argentino.


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Plano de la batalla.


Sin perjuicio de la desigualdad de fuerzas, las baterías argentinas logran dejar fuera de combate a los bergantines Dolphin y Pandour, obligando a retroceder al Comus, silenciando el poderoso «cañón de a 80» del Fulton y cortando el ancla de la nave capitana (la cual dejó de batallar y se alejó a la deriva, aguas abajo.

Luego de más de dos horas de combate, las fuerzas defensoras habían agotado gran parte de sus municiones, por lo que su capacidad de respuesta disminuyó considerablemente. Ante el vuelco de las circunstancias, el comandante Sullivan ordenó el desembarco de dos batallones que avanzaron contra la batería sur. El general Mansilla ordenó la carga a bayoneta. Mientras encabezaba la carga, fue herido de gravedad en el pecho por una salva de metralla. El coronel Juan Bautista Thorne lo reemplaza en el comando de la artillería, mientras que Rodríguez asumió el mando autónomo de sus fuerzas de caballería. Thorne perdió casi por completo la audición por una explosión de granada muy cercana.

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Con la considerable disminución en los disparos de la escuadra defensora, los atacantes vuelven sobre las cadenas, encabezados por el buque Firebrand y, a martillazos sobre un yunque, logran cortarlas. Tras varias horas de combate, fuerzas de infantería ―principalmente francesas― desembarcaron en la costa, atacando la batería argentina, que perdió 21 cañones en poder del enemigo. Al no poder transportarlos, los invasores los inutilizaron. Pero cuando pretendieron sostener su posición, las fuerzas desembarcadas fueron atacadas por la caballería del coronel Ramón Rodríguez, que las obligó a reembarcarse en forma temporal, cediendo ante un segundo ataque ―esta vez de marinos franceses e infantes de marina británicos― que fue más eficaz.

Aprovechando la defensa que los argentinos debían hacer de sus piezas de artillería durante el desembarco, las fuerzas atacantes incendiaron los lanchones que sostenían las cadenas. También se perdió el buque Republicano, que fue volado por su propio comandante ante la imposibilidad de defenderlo. Las fuerzas defensoras tuvieron 250 muertos y 400 heridos. Los agresores, por su parte, tuvieron 26 muertos y 86 heridos y sufrieron grandes averías en sus naves que obligaron a la escuadra a permanecer casi inmóvil en distintos puntos del Delta del Paraná, para reparaciones de urgencia.


“La victoria que alcanzaron los anglo-franceses resultó pírrica; quizás confiaron demasiado en lo que aseguraban los emigrados unitarios, su prensa y sus libros: que ante su presencia en las costas, los pueblos “sacudirían el yugo de Rosas y harían causa común con ellos”. Forzaron el pasaje del río y tal vez podrían dominarlo, pero supieron que no podrían avanzar tierra adentro, ya que se sublevarían contra ellos todas las fibras de un pueblo viril atacado en sus hogares.”[3]


Homenaje a Don Juan Manuel de Rosas


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El General de la Campaña, Brigadier Don Juan Manuel de Rosas fue un hombre de principios íntegros, católico ejemplar que supo guiar con mano firme a la Confederación Argentina hasta convertirla en potencia mundial en aquellos años.

Logró la pacificación y la unión del país en medio de una guerra civil, donde el bando unitario pretendía constantemente erradicar todo principio de tradición en pos de crear una copia exacta de Inglaterra.

Dotado con el don de mando Juan Manuel de Rosas impartía ley en sus tropas y su hacienda, la cual era respetada a raja tabla, este fue el motivo para que la legislatura le pidiera tomar las riendas del gobierno en 1829.

Patriota desde la cuna, con solo 12 años de edad formó parte de la defensa de Bs As en el segundo conflicto de las invasiones inglesas en 1806 en el cuerpo de migueletes.


Y como muchos grandes patriotas argentinos también muere exiliado de su patria, olvidado. Muere en Southampton, Reino Unido, el 14 de marzo de 1877 a los 84 años de edad, producto de una neumonía.


Adjuntamos a continuación la zamba Revuelo de ponchos rojos - del cantor Roberto Rimoldi Fraga



Revuelo de ponchos rojos - Zamba.
Letra: Raúl Trullenque. Música: Roberto Rimoldi Fraga.

Han fusilado a Dorrego,
la patria está desangrando,
por la ambición del poder
la libertad peligrando.

Revuelo de ponchos rojos
pal'lado e la Guardia 'el Monte,
ya viene don Juan Manuel
trayendo la paz y el orden.

Qué viva el Restaurador,
grita el pueblo y se alboroza.
Viva la Federación
y don Juan Manuel de Rosa des.

San Martín le dio su sable,
fundido en la independencia,
como premio a su valor,
su patriotismo y nobleza.

Porque serviles inciensos
nunca quemó para su gloria,
don Juan Manuel ha quedado
sepultado en nuestra historia.

Qué viva el Restaurador,
grita el pueblo y se alboroza.
Viva la Federación
y don Juan Manuel de Rosas.


                                                                                                 

                                    
FUENTES

https://historiaybiografias.com/vuelta_obligado/

Historia Argentina y El Mundo Contemporáneo Alonso-Elizalde-Vázquez


Manual de UCALP (Universidad Católica de La Plata)



[1] http://www.revisionistas.com.ar/?p=539 [21 de Octubre de 2019 ]

[2] Ibídem, Op Cit; [21 de Octubre de 2019 ]

[3] http://www.revisionistas.com.ar/?p=539 [21 de Octubre de 2019 ]


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